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lunes, 10 de septiembre de 2012

Capítulo 1.

 ~Hace cuatro años.~

 Despierto justo antes de que mi padre pueda pegarme un puñetazo. Un sudor frío recorre mi frente, mi nuca y mi espalda. El vello de mis brazos está erizado. Y mi corazón late frenético, intentando recuperarse de mi pesadilla. Me levanto de un salto y voy corriendo al baño del final del pasillo, abro el grifo de agua fría y me empapo la cara. ''Tranquila Skiley -pienso. - Él no va a volver.''

 Y no lo hará. Hace tres meses, un vecino de nuestra misma calle, fue a un agente de la paz, alarmado por los gritos que provenían de nuestra casa. Encontró a Gaby de rodillas, mi padre le apuntaba con una escopeta, arma que había adquerido hacía algún tiempo atrás, robándola. Yo lloraba en una esquina. Lo ejecutaron por ello. No derramé ni una lágrima por su muerte. Después de eso nos trasladaron aquí, al orfanato del distrito siete que, aunque sea bastante malo, es mucho mejor que mi anterior y desgraciada vida.

 Me seco la cara y suspiro, volviendo a recorrer el pasillo hacia mi cuarto. Evelynn, mi compañera de habitación y mi amiga, ronca levemente. Hoy nadie viene a despertarnos, ni lo harán, porque es el día de la cosecha. Es mi primer año en ese maldito sorteo de los nombres, y tengo miedo, a pesar de que no me he visto en la necesidad de coger teselas a cambio de que mi nombre entrase más veces, en cambio, mi hermano Gaby, desde los doce años estuvo bajo la presión de nuestro padre, que no aguantaba pasar hambre aunque pudiesemos vivir bien por aquel entonces. El resultado de ese sorteo es sencillo, pero duro. Los dos elegidos de cada distrito, chica y chico, son llevados a un estadio en el que luchan entre ellos hasta quedar solo uno, que es recompensado con una vida fácil y llena de riqueza. Todo esto lo organiza la ciudad que gobierna todo Panem, El Capitolio.

 Retiro estos pensamientos de mi cabeza mientras abro mi armario, pues ya me resultará imposible dormir, busco ropa decente, pues en un día así no se puede llevar cualquier cosa. Un vestido blanco con volantes. Cojo la vestimenta y vuelvo al aseo, donde me doy una gran ducha y lavo mi pelo en profundidad. Salgo cuando ya han comenzado a despertarse, en el orfanato nos separan por sexo en dos edificios y el nuestro es algo más grande debido a que somos más chicas que chicos, solo coincidimos en las clases y comedores. Saludo amablemente y me visto. Envuelvo mi pelo en una toalla y camino a las habitaciones de las profesoras, buscando a Danae, Danae es una de las personas más importantes a parte de Gaby, ella es como una madre para mí. La encuentro saliendo por la puerta de su habitación. Me sonríe amablemente y pone sus manos sobre mis hombros.

 -¿Estás preparada, cielo? - me pregunta con amabilidad.

 -No. - contesto sinceramente.

 -Oh, lo entiendo. - dice. - Debe de ser duro. Pero no te preocupes, las posibilidades de que salgas son una entre miles. - sus palabras deberían tranquilizarme, pero no lo hacen. - Te voy a arreglar el pelo. - dice quitándome la toalla y abriendo de nuevo la puerta de su cuarto. Entramos y ella me hace sentarme encima de su cama. Coge un cepillo de su tocador y comienza a peinar mi cabello. Cuando ha terminado, dos finas trenzas viajan por mi frente mientras el resto del pelo cae sobre mis hombros. La abrazo agradecida y voy en busca de Gaby, bajamos a desayunar sin pronunciar palabra, pues los dos estamos asustados y preocupados el uno por el otro, al igual que todos en este día.

Comemos lentamente, la comida se me hace bolas y pienso que estoy masticando goma. Cuando acabamos, salimos junto a otros chicos a las calles del distrito, en dirección a la plaza, donde será la cosecha. Voy cogida de su mano todo el camino, hasta que nos separan y, tras fichar en los registros, nos colocan por sexo y edades. Miro a sus ojos castaños todo el tiempo, pues logran tranquilizarme y pensar: ''Una entre miles.'' Pienso en él, a sus catorce años, tiene dieciséis veces su nombre en esa dichosa urna. Me fijo en el gran escenario, situado justo delante del edificio de justicia. Sobre él, un podio y las dos semiesferas de cristal, la de los chicos y la de las chicas. Al fondo, el alcalde, el mentor, y la acompañante, charlan animadamente. Ésta última mira su reloj de joyas y con una sonrisa felina, y nunca mejor dicho, pues parece un gato, va hacia el podio dando saltitos.

 -¡Bienvenidos! - canturrea en voz aguda. - Ha llegado el día en el que elegiremos a dos tributos del maravilloso distrito siete. - sus falsos halagos son demasiado obvios. - Para que tengan el honor de participar en los décimo octavos juegos del hambre. - hace una pausa y prosigue. - Ahora queremos mostraros una grabación traída desde el capitolio, ''El origen de los juegos.''

 Hago caso omiso y me centro en mi hermano. Debemos de ser fuertes. El video acaba y la mujer dice la típica frase de todos los años: ''Felices juegos del hambre y que la suerte esté siempre de vuestra parte.''' Luego sonríe, pero nadie más lo hace.

 -Las damas primero. - dice con su estúpido acento del Capitolio. Y así hace, camina a la urna y regresa al podio con una papeleta. Cierro mis puños con fuerza y miro a las chicas de mi alrededor, una de nosotras va a enfrentarse cara a cara a la muerte. La acompañante gatuna abre el papel y se situa frente al micrófono para leer claramente: - Evelynn Hook.

 Mi mejor amiga empalidece a tres chicas a mi derecha, yo también. Abrimos un pasillo, pero yo retrocedo un mini paso tan solo, cuando Evelynn está junto a mí, estrecho su mano, mostrándole lo mucho que la aprecio. Sube lentamente y yo sigo en este estado de shock en el que me encuentro. La mujer pide un aplauso que nadie da y va hacia la urna de los chicos.

 Evelynn da vueltas en mi cabeza de tal forma que yo no me doy cuenta de que, la mujer-gato, dice el nombre de mi hermano.

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