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jueves, 6 de septiembre de 2012

Introducción.


~Hace seis años y unos meses.~

Lo único que recuerdo es a mi padre chillar como un loco, levantando la mano que iba a mi mejilla, pero que acabó en la de Gaby, que se había puesto delante de mí. Apartó a mi hermano de un empujón y me tiró al suelo, donde me daba unos bofetones tan fuertes, que lloraba de dolor. Mi hermano le cogió de los hombros, apartándolo de mí, pero él se avalanzó sobre Gaby, estampándole sus puños en la cara.

 Yo no podía hacer nada para evitarlo y pasó mucho tiempo hasta que ese monstruo que era mi padre se cansó de golpear. Para entonces, mi hermano tenía el rostro amoratado e hinchado. Caí de rodillas ante él, sorbiéndome la nariz y secándome la cara, que aún dolía, y sangraba, aunque no tanto como la de él. Cogí el pequeño botiquín de casa, cuyo contenido no era demasiado útil. Me mordí los labios y le puse un trapo en la boca, para verter alcohol en su cara.

 Chillaba y chillaba, mordiendo la tela con todas sus fuerzas; le limpié el rostro bajo el grifo de la cocina y pude ver mejor dónde los golpes habían dejado huellas imborrables. Él me abrazó y me susurró una frase que yo me repetiría a partir de entonces, todos los días de mi vida:

 ''Skiley, no te dejes romper.''

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