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viernes, 27 de septiembre de 2013

¡Sky se traslada!

 En efecto, he decidido dejar de publicar aquí, en blogger, puesto que he descubierto una página en la que tiene más posibilidades de ser leída. Dicha página es Wattpad, en la que intentaré publicar tanto como pueda de las dos historias que llevo: LVSJDH y Like A Butterfly, una original mía de la que tan solo llevo un capítulo.

 Bueno, pues que me traslado allí, pero espero que eso no signifique perder a la gente que me lee. Bueno, nada más que decir.

 LINK DE LVSJDH (esta) : http://www.wattpad.com/26236112-los-vig%C3%A9simo-segundos-juegos-del-hambre-sky-no-te

 LINK DE LAB: http://www.wattpad.com/story/8584817-like-a-butterfly

 Gracias por todo a los bloggeros que me seguían <3

sábado, 14 de septiembre de 2013

Capítulo 26.

 Hay un niña entre el humo espeso y denso que me rodea. No, no es una niña, es un ángel. Es pequeña, frágil y bonita, pero sus majestuosas alas le dan ese aura de adulto que puedo notar. Al principio, no es más que una simple sombra más de las que ya hay a mi alrededor, pero luego forma una figura, una figura humana. Va descalza, únicamente vestida con un sencillo vestido blanco. Sus ojos son color miel, y, sus rizos oscuros, caen sobre sus hombros. Su sonrisa es la única que falta para completar alguien a quien ya conozco, alguien a quien conzco perfectamente.

 Evelynn.

 Intento gritarla, exigirla por qué me abandonaron ella y Gaby. ¿Y él? ¿Dónde está él? Noto un fuerte dolor en el pecho, y no sé si son mis sentimientos, o estar aspirando el humo.

 -Skiley, ¿estás preparada para morir? - me pregunta ella, sentándose en el suelo junto a mí.

 Sacudo la cabeza, ya que me resulta imposible artcular palabra alguna.

 -Bueno, tampoco es que tengas nada por lo que luchar... ¿o sí? - bosteza, sonriente, para luego mirarme. Su intención es cabrearme, o eso parece.Y lo está consiguiendo.

 Intento respirar, pero duele demasiado.

 -Dan. - respondo, y la boca me sabe a sangre cuando lo hago, sin embargo, un cañonazo me impide continuar. No me paro a pensar que puede ser Joulley, repito mi palabra. - Dan.

 Le prometí que lucharía, que volvería a casa con él. Y necesito cumplir mi promesa. Es más, ignoro a mi mente, que no deja de enviarme a Evelynn transformada en ángel, continuamente. Escupo en el suelo, saliva salada. Me duele tanto la garganta que creo que algo me la desgarra por dentro, pero necesito arrastrarme. Y me arrastro por la tierra húmeda. Húmeda... ¿cómo puede un incendio propagarse en un lugar como este? Enseguida lo sé, los vigilantes. Quizá ellos me odien también.

 Pero no me odian lo suficiente para matarme. Porque oigo un nuevo cañonazo, que hace que empiece a llover intensamente. No poco a poco como las lluvias normales, sino de golpe, y mucho. El incendio desaparece de forma antinatural, demasiado rápido. A los vigilantes les gusta manejar la naturaleza, y dan asco. No me he arrastrado ni dos metros más, cuando vomito en el barro, con lágrimas en los ojos debido al esfuerzo.

 -Agh... - sigo mi torpe camino cuando oigo unas voces, unos pasos. Y, si fueran mis aliados, serían mucho más silenciosos. Y sé a quienes no les importa armar jaleo.

 Ahora lo entiendo todo, el incendio no era más que para acorralarnos, para no dejarnos escapar y así, reunirnos con ellos. El Capitolio tendría su espectaculo, el que daría Alice matándome lentamente. No tengo fuerzas ni para luchar ni para escapar. Hago lo que mi mente procesa rápidamente, me revuelco en el barro, tal y como los cerdos harían. Este es húmedo, pero espeso al llevar poco tiempo lloviendo, y me mancha por completo. Excarvo, araño, aparto la tierra con mis manos sucias para crear un hueco en el suelo. Las voces están aterradoramente cerca.Me meto en el huequecito para, a continuación, enterrarme con la tierra que tengo alrededor. No soy una experta en el camuflaje, pero supongo que aprendí unas cuantas cosas en los entrenamientos.

 Ellos ya están aquí. Aprieto los dientes y cierro los ojos, rezando para que no se fijen demasiado en la forma de la tierra que pisan, que pisotean, pues alguien apoya su peso en mi muslo izquierdo y yo lucho para no gritar.

 -Bueno, pues una menos, ¿y ahora? - pregunta una voz masculina que no logro identificar.

 -Yo no puedo esperar para encontrarme con el cielito ese. - se carcajea Alice, a la que maldigo mentalmente.

 -Oh, tranquila, cuatro, la cogeremos, además, la hemos dejado notablemente en desventaja. - el que habla ahora, creo que es Jack, del distrito 1. Alice ríe.

 Las voces se alejan, lo que agradezco, ya que significa que he pasado desapercibida. Pero aún no me muevo, estoy agotada, y este lugar es fresco. Asqueroso, sí, pero relajante.

 ¿Qué querían decir con eso de que me han dejado en desventaja? No tengo ni idea.

 Tampoco tengo idea del tiempo que paso ahí tumbada, respirando hondo y así recuperando mis pulmones. Si gano los juegos, algo bastante improbable, no creo que quiera ver el fuego en mi vida. Y creo que Dan será el que más lo comprenda.

 Está anocheciendo ligeramente cuando decido que es hora de moverme. Estar tanto tiempo sin que mi cuerpo circulase sangre, hace que esté entumecido y agarrotado. Incluso me tiemblan las piernas, pero estoy bien. Sana y salva. El incendio a despejado claramente el camino de grano, pues todas las plantas han muerto, caído negruzcas al suelo. Y ahora distingo la cornucopia a lo lejos, que es a donde yo me dirijo, a la dirección contraria a la que se fueron los profesionales. Me cuesta caminar, pero estoy bien.

Llevo la mochila, y un hacha para protegerme. Joulley.... él no llevaba nada. Muerdo mi labio, preocupada. Samantha llevaba su arco y el hacha de Joulley, que había recogido cuando teníamos la intención de ir a buscarle. ¿Habrá sido él uno de los tres cañonazos que he oído durante el incendio? Pensar en ello me hace estremecer. Hoy han muerto cinco personas. En total han muerto 15, pues cuento también la muerte de Dakota. Quedamos nueve. Sólo nueve. ¿Debo tener esperanzas? Las tengo, pero no tardan en desaparecer, con el himno en el cielo. Las fotos en el cielo. Porque llego a la cornucopia, en donde paro a beber agua, justo antes de que ocurra.

 La chica del dos. Mejor, una profesional menos. El chico del 6, el chico del 10. Gracias, Joulley, por seguir vivo. Y el chico del 11.

 Ahogo un grito al ver la siguiente foto.

 Samantha.

viernes, 30 de agosto de 2013

Capítulo 25.

 Cuando queremos llegar al prado de colores, lo único que queda es un cuerpo totalmente carbonizado. No logro reconocer la víctima, pero, obviamente, sí al asesino. Ignorando los echos de qué la piromana del distrito 5 puede andar cerca, nosotros seguimos caminando, agotados, pero ansiando llegar a un lugar seguro. Tenemos suerte, nadie se topa en nuestro camino más que un par de mosquitos molestos que no nos atrevemos a tocar. Luego, otro sector de pradera, completamente distinto, nos refugia entre sus tallos de grano. No sabría decir si es trigo o simplemente puros hierbajos. Nos camuflan, lo que agradecemos sentándonos al fin en la tierra húmeda, a causa de las lluvias que bañan el lugar cada poco tiempo. Ahora el cielo está despejado, espero que siga así.

 Joulley está realmente raro. No habla, se aplica la pomada mientras Samantha propone comer ahora mismo. La chica rubia se da cuenta de su preocupación y mira al pequeño.

 -¿Te ayudo a aplicarla?

 -¡No! No es necesario. - dice esquivándola y guardando el botecito en sus pantalones, luego tose un par de veces.-Creo que me he resfriado. - explica encogiéndose de hombros, no le damos importancia. Nos queda un buen trozo de comadreja, pero dividiéndola en tres, la habremos gastado para esta noche. También tenemos la fruta disecada, pero no es mucha que digamos. Finalmente tomamos la decisión de comer la carne y dejar la fruta para luego.

 Nuestro hambre no ha cesado, pero creo que podemos contenerla con lo que hemos comido. Estamos algo cansados, de haber pasado toda la mañana caminando. Ahora el sol está bien alto, y hace algo de calor, no en extremidad, pero es agradable después de haber vivido una tormenta como la de esta mañana. Joulley tose un par de veces cada poco tiempo, y me preocupo un poco. Él insiste en que no es nada y repasa las provisiones un poco, mientras yo me limito a mirar al cielo, tumbada bajo el sol. No es real. Es una proyección. Sé que lo es. Pero parece tan... libre.

 -Skiley. - dice Samantha, cuando Joulley ha ido a orinar a una distancia segura, pero medio lejana.

 -¿Sí? - pregunto, algo adormilada, sin mirarla, pero atenta.

 -¿Cómo... - comienza a decir para después tragar saliva.- superaste lo de tu hermano?

 Bajo la mirada a sus ojos, que brillan notablemente, y que observan detenidamente el suelo embarrado. Intento buscar las palabras correctas, sé por lo que está pasando.

 -No lo hice. - afirmo, en un suspiro. Gaby, Gaby, Gaby... - simplemente... un día me desperté y dolía menos que el día anterior.

 Ella asiente, con tristeza.

 -Intenta no pensar en él después de la cosecha, sino antes. Y si, no le conocías antes, imagínatelo. Su círculo de amistades, sus momentos más felices, lo que hacía habitualmente. Imagínatelo haciendo cosas que le gusten. - mi vista va nuevamente al cielo. - Imagina que no hay juegos del hambre, que somos libres y que él te espera cada día con una sonrisa, para pasar un buen rato juntos. Y que cuenta chistes malos para que te rías. - y lo hago, lo imagino. Gaby bajo este sol, a mi lado. Pero no estamos en la arena, sino en los bosques, en libertad. Danae trae el almuerzo para nosotros, una tarta de manzanas, hecha por ella misma. Está deliciosa...

 Tengo tanta hambre...

 Samantha percibe el rugido de mi estómago. Hemos comido hace poco, pero ella se empeña en racionarlo todo tanto... Suspira y me deja coger un nuevo trozo. Está luchando por no llorar.

 -Gracias... - me llevo la comida a la boca y la mastico lentamente, para llenarme antes. Entonces, somos conscientes de algo. Joulley aún no ha regresado. Me levanto preocupada y miro a mi alrededor, preocupada.

 -¿Dónde está ese crío? - suspira Samantha, poniéndose a mi altura para observar mejor. Pero no hay ningún rastro de sus rizos oscuros.

 -Recoge, iremos a buscarle. - ella está a punto de protestar, hoy han pasado demasiadas cosas. - ¡Es Joulley, joder! - exclamo, casi cabreada, mientras llevo mi hacha a mi cinturón y cuelgo la mochila de mi hombro. Ella asiente y recoge el resto de cosas.

 Nos ponemos en marcha, temiendo que haya podido pasarle algo. No ha sonado ningún cañonazo, pero él no está aquí, y eso me preocupa.

 -¿Y si vuelve él cuando nos hayamos ido? Verá que no estamos.

 -Es listo. Se quedará a esperarnos, porque volveremos por él.- respondo decidida.

 Nuestros pasos son confusos y desorientados. Era fácil entrar en estos campos amarillentos, pero salir es otra cosa. De vez en cuando, vemos unos caminos, pero estos nos llevan de nuevo a adentrarnos en el trigo. Mi desesperación es tal, que amenaza con ponerse a chillar en cualquier momento.

 -¡Skiley, mira! - dice la chica rubia, señalando un punto lejano en el cielo. Es humo, grisaceo y negruzco. No pertenece a una hoguera, si fuera así, se camuflaria en el atardecer que decora ahora todo. Es mucho más grande e intenso que una hoguera. ¡Es un incendio! - ¡Tenemos que irnos!

 -¡No! ¡No pienso largarme sin Joulley!

 -¡Moriremos, idiota! - la ignoro por completo, y sigo caminandome, derecha al humo. Puedo distinguir las llamaradas rojizas, que se propagan a una velocidad bastante acelerada por los pastos. - Puede que haya salido de aquí, que esté a salvo.

 Un cañonazo suena al instante. Estallo en un grito.

 ¿Dónde está Joulley? ¿Dónde está mi alma? ¿Dónde estoy yo? ¿Y mi sentido de la razón? Camino, olvidándome de Samantha, olvidándome de mi instinto de supervivencia. Olvidándome de todo. El humo empieza a ser muy denso, y pronto, nubla todo a mi alrededor. Tos seca araña mi garganta. Mi nariz es un volcán de escozor. Y las lágrimas son ríos caudalosos que inundan mis mejillas. Comienzo a marearme.

 No tardo en caer al suelo, rendida ante tal situación. Esto me puede. ¿Qué me matará primero, el humo o las llamas? Espero que sea algo rápido. No quiero rendirme así como así, por lo que me arrastro por el barro debilmente. Una sombra negra aparece ante a mí, y va haciéndose grande y más grande, inunda mi vista, me ciega. Me rindo.

lunes, 1 de julio de 2013

Un pequeño regalo...

 Es algo que tenía pensado hacer y, aunque no haya quedado muy bien... Bueno, espero que os guste xD 

 Por si hay algún problema, empieza con Skiley en una foto oscura.


lunes, 10 de junio de 2013

Capítulo 24.

 Está aquí, de nuevo, la sensación de no querer tener sentimientos, de no querer sentir nada. Porque lo siento, es culpabilidad, y miedo, miedo de haber perdido mi alma. ¿Cómo he podido pensar que mi vida tenía más valor que la suya? ¿En qué momento he antepuesto que yo sea mejor que él? Era una elección, entre su muerte y la mía. Y he elegido la suya. Quizá haya sido un error. A mí no me queda nada, mientras que él quizá tenía una familia en casa, esperándole con esperanzas de volver a verle, y sus amigos, quizá su novia. Ahora por mi culpa, todas esas personas también se han derrumbado. Es curioso que yo también lo haya hecho y aún así, siga luchando inúltilmente.

 ''Skiley, la chica rota que rompe a los demás.''

 Quiero pensar que fue un acto heroico, por salvar la vida a mis aliados. Pero, cuando lancé el hacha, más que pensar en la flecha clavada en el hombro de Joulley, pensé en mi propia salvación.

 Mi compañero. La herida le duele, aunque por suerte, la hemorragia cesó pronto. Samantha le ha cubierto con unas hojas que son algo así como analgésicas, también hemos quitado las cosas a los dos chicos que matamos, aunque tampoco es que tuvieran gran cosa: un bote de pastillas, el arco y el carcaj del que nos atacó a Joulley y a mí, un cuchillo y fruta disecada. Lo segundo se lo ha quedado Samantha. El resto lo hemos guardado en la mochila. Lo que me extraña, son las pastillas, que no son analgésicos, ni píldoras para la fiebre, ni antibióticos. Pero quizá sean tratamiento de alguna enfermedad. Yo prefiero no comprobarlo.

 Las montañas se nos hacen eternas, infinitas. No vemos ni rastro de la pradera en la que empezaron los juegos. Yo me he caído, tres veces, tengo las rodillas despellejadas y los pies doloridos. Joulley muestra un aspecto parecido. La única que parece saber por dónde pisa, es Samantha. Tenemos que parar varias veces, cada vez con más frecuencia, para descansar y beber agua, que tenemos que reponer cada poco tiempo fundiendo nieve de las montañas. El sol salió hace rato, y somos presa fácil, no hay ningún escondite posible a la vista.

 Lo que sí vemos, son los paracaídas plateados que descienden desde el cielo. Son dos, uno para el distrito 7 y otro para el 12. El de Samantha es muy pequeño, un botecito que cabe en las palmas de sus manos. En cambio, el nuestro, es una caja algo más grande. Tiene cuatro objetos: una crema para la herida de Joulley, cuatro panecillos, blandos y calientes esta vez, un pequeño silbato y... un ramo de rosas rojas. Me sonrojo. ¿Cómo ha podido Dan pagar esto? ¿Tenemos tantos patrocinadores? Exhalo un suspiro mientras sonrío como una niña pequeña. Pero entonces, me doy cuenta de algo. Conozco estas rosas que tanto huelen y cuyo color rojo destaca entre todo lo demás. No es posible, pero reconocería las flores entre las que tantas veces lloré.

 No me las ha enviado Dan.

 Son del presidente Snow.

 -¿Skiley? - pregunta Joulley.

 -¿Sí?

 -¿Estás bien?

 Asiento, con la mentira en la frente. Samantha me clava la mirada. Es una chica muy inteligente. Luego devuelve la mirada al botecito y lo abre. Acerca la nariz y da un respingo.

 -Es veneno. - comenta sonriente. - Para las flechas probablemente.

 Una vez guardamos todo - yo no quise llevarme las rosas, por lo que fingí el llanto de una chica que echa de menos a su amor, y que no podía llevarme el ramo por todos los recuerdos que me traía; aunque claro, no quería porque me daban arcadas. Sin embargo, no dije nada de Snow, pues sentía que si reconocía que había estado en su huerta de la azotea, no pasaría nada bueno, aunque, bueno, quizá lo sabe y me las ha enviado para restregármelo.- seguimos caminando entre rocas y fina hierba. Ya no hay nieve, lo que indica que nos hemos alejado de la zona de bosque helado. Este viaje se me está haciendo mucho más eterno que el anterior, a los tres parece que se nos haga más largo. Quizá los vigilantes vayan poniendo más montañas a medida que pasa el tiempo. No me extrañaría que lo hiciesen.

 Estamos a punto de rendirnos, de dejar que las piernas temblorosas caigan. Entonces vemos un destello dorado. Y seguidamente, un llamarada de fuego que asciende por el aire.

sábado, 1 de junio de 2013

Dan. ''Los niños grandes no lloran.'' Parte 3.

 Sus cabellos rojizos son inconfundibles, llameantes. Sería capaz de reconocerla en cualquier lugar. Y en cualquier momento. Como en aquel de hace tres años.

  ~Hace 3 años.~

 -¡Dan Lewis! ¡Vencedor de los décimo novenos juegos del hambre! - chilla el portavoz del distrito 4, aunque no le hago el menor caso, pues mis ojos ven, a lo lejos, el mar del distrito 4, que es brillante y azulado. Y no quiero que las palabras juegos del hambre se metan en mi cabeza. No quiero ni puedo escucharlas más veces.

 Creo que voy a darme de bruces contra el suelo en cualquier momento.

 <<Dan, tranquilo.>> No puedo tranquilizarme. Ellos tienen la culpa de todo. Ellos tienen la culpa de mi cambio, ellos tienen la culpa de la muerte de mis padres, ellos creen que esto de ir por los distritos, presentando al vencedor es halagador, cuando solo me da asco.

 Veo sangre en mis manos.

 Veo la sangre del distrito cuatro que murió por mi incendio. La mirada de sus familias:

 La chica se llamaba Amy, sus padres y una mujer que no puede ser otra que su abuela me miran serios.

 El chico era Matt, una madre reprochante dos hermanos entristecidos.

 La suerte no estuvo de mi parte a pesar de que todos digan eso. Porque el vencedor tiene que cargar con la muerte de los vencidos. Y no soy un vencedor, solo soy un chico de 13 años que está muy asustado. Y solo. Estoy solo.

 Y me caigo al suelo, solo viendo oscuridad.


 Abro los ojos.

 Una sala blanca y muy brillante, unas luces de un tono enfermizo. Una maquina pita, y unos cables a mi alrededor, que intento arrancarme desesperadamente.

 -¡Estate quieto! - chilla una voz aguda. Mi mirada se dirige hacia ella. Y se me cae el alma a los pies. La conozco. Lleva una coleta, pero eso no impide que su melena rojiza destaque sobre su uniforme verdiazul. Es la chica que vi antes, la hermana de Matt Dotteli.

 Mi estupidez habla en primer lugar.

 -¿No eres muy joven para ser enfermera?

 -Estoy cubriendo a mi madre en cuanto a ti respecta. Más que nada porque ella no puede ni mirarte a la cara.

 Yo asiento, sin sorprenderme demasiado.

 -¿Y tú por qué sí?

 -Porque mi hermano era un idiota. Por supuesto que le quería, pero nadie le puso una pistola en la cabeza para que se presentara voluntario. Además - añade - no eres nada del otro mundo. Ese incendio solo se propagó por suerte. Ganaste por accidente, Lewis.

 Aparto mi mirada y suspiro.

 -No hay suerte, pelirroja. Eso no existe. - digo convencido.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Capítulo 23.

 No puedo respirar.

 Ni pensar.

 Ni reaccionar.

 No puedo ni moverme.

 Ni nada.

 Solo sé que estoy sujeta de un árbol. ¿Por qué? ¿Por qué una cuerda tira de mis pies? ¿Por qué mi cabeza está a varios centímetros del suelo? No son centímetros. Son metros. Son kilómetros. No es un árbol, es un pájaro. Un pájaro agarra la cuerda y me lleva lejos. Vuela más alto, y más. Alejándome de mí. Alejándome de la vida.

 El pájaro gruñe y me suelta. Yo chillo mientras caigo y me preparo para la larga distancia que me separa de la tierra firme. No puedo tampoco corregir mi forma, pues sigo paralizada, cayendo de cabeza. Acercándome al suelo lentamente. No quiero morir.

 Y no muero.

 Un golpe en mi cabeza. Un golpe blando y frío. A la vez tan rápido... Luego, también mi cuerpo cede, cayendo así al suelo. Soy libre. El pájaro se ha ido... Yo también.


 -Skiley, despierta. Despierta. Hey. - abro los ojos después de que alguien sacuda mi brazo. Al principio me cuesta identificar al dueño de la voz. Luego me doy cuenta.

 -¿Joulley?

 -¿Qué te ha pasado? -pregunta él, ayudándome a incorporarme.

 Samantha me mira con el ceño fruncido. Mi aventurilla en busca de problemas no le ha gustado. ¿Cómo iba a hacerlo? Al menos ahora sé que están bien y que aquel cañonazo no era perteneciente a ninguno.

 Estoy helada. No sé cuanto tiempo he estado tirada en el suelo, pero sí el suficiente para que la nieve haya calado mis ropas y para que cualquier tributo hubiese podido encontrarme como una presa fácil. Sin ni siquiera haberme podido defender. Además, mi cuerpo está entumecido a causa del tiempo que he estado colgada de la rama. Mis manos van instintivamente al tobillo que me ha apretado la cuerda, que ahora está libre, aunque con una marca rojiza y rayada.

 -Gracias por librarme de la trampa. - comento tratando de levantarme. Sam me pasa un brazo por los hombros para ayudarme.

 -¿Qué trampa? - pregunta ella, extrañada.

 -En la que he caído, la cuerda. - les miro a ambos, confusa. - La que me tenía colgada del árbol.

 -Nosotros no hemos visto ninguna, Skiley.

 Frunzo las cejas sin saber qué decir y me encojo los hombros. O alguien me ha salvado la vida, o simplemente la trampa estaba mal hecha. Claro que no falta la opción de que los vigilantes me quieran un rato más con vida. Aunque, ¿por qué iban a hacerlo? Ellos también me odian por la sesión privada. Suspiro y camino con mis aliados hacia el refugio, que a estas alturas, es el único lugar dónde puedo sentirme como en casa.


 -¿Encendemos un fuego? - pregunta Samantha, tras haberme mostrado una especie de comadreja con la que han dado. Parece buena carne, lo que no hace más que aumentar mi hambre. Miro al cielo, si esperamos un rato más, será difícil visualizar el humo desde lejos. Pero... mi estómago gruñe, ruge y hace sonidos lastimeros que incluso llegan a marearme. Por lo que me veo obligada a asentir y a rezar para que no haya nadie rondando por aquí.

 -Podríamos comerla cruda. - sugiere Joulley.

 -Y así arriesgarnos a enfermar. - responde Sam en tono defensivo.

 Agito la cabeza y con un tono sereno digo:

 -La cocinaremos. Estoy muerta de hambre.

 Joulley pela el animal y lo trocea mientras yo preparo el fuego. No me cuesta demasiado dar con la madera apropiada para esto, pues muchas veces, en los bosques, necesitábamos luz para trabajar de noche. Apenas lo hice tres o cuatro veces, pero me quedé con la técnica. Presionar, rozar y soplar. Palo sobre tabla. También se puede hacer con una cuerda. Pero es prescindible. Presionar, rozar y soplar.

 Y tener paciencia.

 Al cabo de un rato consigo humo, luego una humareda. Y al fin una llama, que logro avivar. Pienso en la chica del distrito cinco, ella y su lanzallamas no tendrían ningún inconveniente. Suspiro y consigo crear una hoguera decente en unos veinte minutos. Luego, una vez cortada la carne, empezamos a asarla entre los tres.

 Nadie dice nada.

 Bueno, ¿de qué podemos hablar en los juegos del hambre? Hablar de casa es un tabú, del miedo que tenemos no sería apropiado para los patrocinadores. Pero aburrimos al capitolio, lo noto. Quieren ver mi desesperación. Mi anhelo hacia Dan. Y aunque tenga esa extrañeza en mi interior, no puedo mostrar mi debilidad. Pero sé que lo desean. Puedo oír sus voces. En sus casas a la hora de la cena. Una familia de capitoilenses, vestidos de forma extravagante mirando hacia la pantalla de su comedor mientras esta me refleja. Refleja mi pelo revuelto, mis ojeras y mis pómulos vacíos. Mi mirada asustada y mi lucha contra ello. Quiero no tener miedo. Quiero no echar de menos a nadie. Quiero no sentir nada. Pero está ahí presente. Y duele.

 El cielo oscurece mientras nosotros cenamos, sin más ruido que el de algún insecto extraviado o el de nuestras respiraciones. Luego suena el himno y refleja una sola persona. Es la chica del 6. El sello del capitolio se proyecta y todo vuelve a calmarse.

 -¿Haces tú la primera guardia, Joulley? - pregunto al pequeño. Él asiente. Muestro una forzada sonrisa de agradecimiento y me recuesto en las mantas junto a Samantha, que no es la misma. Y entiendo por qué no lo es. Sé lo que es perder a alguien, sé lo que duele. Sé que cuesta decir algo en estos momentos. Solo puedo susurrarle un buenas noches antes de quedarme dormida.


 Despierto de madrugada con un castañeo de dientes retumbando en mis oidos a la par que un viento frio que silva y retuerce todas las ramas que ve a su paso. ¿Quién tiembla? Soy yo. Y también mis aliados, que intentan abrazarse para mantener el calor. Los tres tiritamos de forma radical. Los vigilantes han empezado a jugar con las temperaturas, podemos estar seguros de ello.

 -Esperemos hasta que pase la tormenta - chilla Samantha, justo antes de que el vendaval arrase con las ramas que nos tapan y la nieve cale nuestras ropas. Agito la cabeza, tenemos que irnos.

 -Volvemos a la pradera. - Samantha discrepa.

 -¿Y de paso cruzarnos con los profesionales? no, gracias.

 -Si nos quedamos aquí moriremos congelados, y no es mi plan por ahora.

 -Pues lárgate, gana y vete con tu mentor. Cásate y ten diez mil hijos, yo me quedo aquí.

 -¿Creéis que es momento de discutir? - interviene Joulley alzando la voz. Nosotras dos nos miramos, un poco enfrentadas. Sigo sin caerla bien, y lo entiendo. Pero si somos aliadas, lo somos para todo. Bueno, hasta que eso se acabe, claro. Es Samantha la que gruñe y acepta a regañadientes que nos movamos.

 Pero hay un pequeño detalle que no recordaba. Si te mueves es porque los vigilantes quieren que te muevas, y si quieren moverte es para llevarte a una trampa o ante otros tributos.

 No llevamos ni dos horas caminando, lo justo para llegar al pie de las montañas que nos trajeron hacia aquí cuando sucede.

 Una alianza de dos está en nuestro camino.

 Y no hay tiempo, ellos empiezan a atacar. Uno de ellos tiene un arco como el de Sam, y parece saber como usarlo. La flecha vuela hacia Joulley, se clava en su hombro y él grita. Yo también. Yo grito de furia. Una furia desconocida.

 La siguiente flecha se dirige hacia mí. Pero logro esquivarla en el último momento. Cojo mi hacha del cinturón y la lanzo, dando en su cuello, que emana sangre continuamente. Sé que no va a sobrevivir a esta. Lo sé. Por otra parte, Samantha a logrado deshacerse del otro tributo.

 Dos cañonazos.

 Soy una asesina.

sábado, 25 de mayo de 2013

Capítulo 22.

Sus rizos oscuros, aunque húmedos por los copos de nieve que los decoran, tintinean en cuanto gira la cabeza para mirarnos. Primero se topa con mis ojos y luego con los de Samantha. Ni siquiera le ha dado tiempo a asustarse, por lo que directamente muestra una pequeña sonrisa, que casi destaca sus hoyuelos. No puedo evitarlo, ni contenerlo, rodeo su flacucho cuerpo con mis brazos.
 
 -Me tenías tan preocupada... - susurro deshaciendo el estrecho abrazo. La rubia no le abraza, pero le sonríe tristemente. Él se levanta de su rincón y nos ofrece las bayas con las manos rojizas de sujetarlas. Ambas, hambrientas, las aceptamos. Pues al fin y al cabo, no tiene motivos para querer asesinarnos, y él mismo está comiéndolas. 
 
 Guiamos a Joulley hacia nuestro tosco refugio, donde le cobijamos en la pequeña manta que conseguimos en el baño de sangre. No sé que hora será, pues el cielo sigue oscuro, únicamente iluminado por una luna creciente, y un par de estrellas débiles a su alrededor. Yo me encojo en un ovillo, cubriendo lo poco que me queda de turno para hacer guardia. Me falta algo, una chispa de calor que este frío me ha arrebatado. En unos segundos me doy cuenta de que ese anhelo no corresponde a una temperatura más cálida. No, corresponde al abrazo de Dan. Dan... capullo encantador. Y pensar que hace unos meses era la persona a la que más odiaba en este mundo... También extraño a Danae. Esa mujer que si no hubiese estado en mi vida, yo me habría roto hace mucho. ¿Qué andará haciendo en casa? Mi terror nocturno aumenta por momentos, pero también mi sueño. Mis párpados amenazan con cerrarse. Agito el hombro a Samantha, esta me mira y asiente. Se incorpora y toma mi posición. Yo me acurruco junto a Joulley y en cuestión de segundos me he ido. Me he ido a casa. 


 Cuando despierto, un rayo de sol amarillo intenso se cuela entre mis ojos, cegándome durante un instante. Pero no da calor. ¿Por qué? Después, cuando mi mano roza el suelo y se hunde en él, me doy cuenta. Mi mano está fría y helada. El suelo blanco como la ni... repleto de nieve. La luz me da una buena sensación. Pero se acaba, cuando me doy cuenta de algo. Estoy sola. 
 
 Samantha y Joulley no están. Sus cosas siguen aquí, pero no hay rastro de lo demás. Han borrado las huellas y cubierto con las ramas sobresalientes del árbol el pequeño refugio de modo que no esté a descubierto para otros tributos. Es un riesgo grande, claro, pero parece haber salido bien. Lo mejor de todo es que hay un hacha en el suelo, y una nota escrita en la tierra del suelo. ''Volveremos pronto, hemos ido a cazar. J y S.'' Bien, ¿y ahora qué? ¿Qué hago yo para cubrir este tiempo? Tengo que pensar en algo que me ocupe, porque si no empezaré a pensar. Y no es algo que me convenga hacer. Lo primero que se me ocurre es tallar unos palos, para que sirvan de pequeñas lanzas o flechas para Samantha.
 
 Me centro en mi labor y estoy con ello un buen rato, hasta que mi estómago empieza a quejarse. ''¿Dónde se habrán metido?'' pienso inquieta. No puedo estar sola. No puedo. Un cañonazo me hiela la sangre. No puedo más. Me cargo la mochila a la espalda y, con el hacha en la mano, salgo del refugio a toda prisa. Tengo que dar saltos para que la circulación vuelva a funcionarme. Ese cañonazo... ¿Y si es de alguno de ellos? Las probabilidades son muy escasas, pero existentes. Corro esquivando árboles. ¿Corro hacia dónde? No tengo ni la menor idea de dónde estoy, y eso no hace otra cosa sino aumentar mi miedo. 

 Es  entonces cuando sucede. Mi tobillo sufre un fuerte tirón y yo chillo del dolor. Aprieto los dientes y pongo mi otra pierna paralela a la dañada, pues si no, no solo me hago daño en el pie, también en las caderas. Estoy colgada boca abajo. Estoy atrapada. En cuestión de minutos puede que muerta. Intento doblar mi espalda hacia arriba, pero es inútil, no soy tan flexible. Nacen mis lágrimas desesperadas, que caen por mi frente a causa de la gravedad. Unos pasos suenan a mi espalda, hundiéndose en la espesa nieve, quiero girarme, quiero y necesito ver la cara de mi asesino, pero no puedo. Está cada vez más cerca. Cierro los ojos fuertemente, esperando mi muerte.

jueves, 14 de marzo de 2013

Capítulo 21.

La lluvia cesó hace un rato, ahora solo hay un cielo negro. Encapotado. Amenazador. Samantha no me dirige la palabra, yo tampoco digo nada. Creo que sé por qué, y que es lo que más necesita en estos momentos: un lugar y un tiempo para llorar la pérdida de Paul, aquel chico de la sonrisa constante, y que arriesgó su vida para salvar la de Sam. Por esa razón, paramos a las dos horas de ir caminando. No podemos ver más que montañas y montañas por todos lados, en todas direcciones. Y de algún modo, me siento como enjaulada. Tengo calor. Y tengo frío. No soy capaz de controlar mi respiración. Puede ser cosa de la altura a la que estamos, pues no es poca. Tampoco hay pistas sobre el paradero de Joulley. Eso debería tranquilizarme, ya que si se esconde bien, puede salvarse de los profesionales.

Un cañonazo retumba en el aire. El baño de sangre terminó, y ha sido largo. Ahora llega el recuento de las muertes. Sam y yo nos miramos, conscientes de que uno de esos cañonazos pertenece al difunto Paul y los contamos inmóviles. Uno, dos, tres, cuatro. Y así hasta ocho. Pocos si consideramos que Selene Fire tiene un lanzallamas. Cruzaré los dedos para que uno de ellos pertenezca a la víbora del distrito cuatro. Aunque claro, la suerte nunca está de mi parte. La mochila que recogimos en el baño de sangre tiene poco, pero tiene. Saco las cosas para verlas junto a ''mi aliada''. Una botella de agua vacía, aunque podemos usar la nieve de las cumbres de las montañas más altas. Unas pastillas de yodo. Un panecillo duro, si lo dejamos más servirá de arma, pienso con ironía. Una cuerda de unos tres metros, una manta, un alambre de caza. Nada más. Nada menos.

En realidad, no sé si Samantha y yo somos aliadas o no, pero al fin y al cabo seguimos juntas. Buscando a Joulley, ella tiene su arco, aunque yo estoy totalmente desarmada, supongo que si me atacan, no tardaré en morir.

 Cuando el sol ya está rojizo sobre el horizonte, nuestros cuerpos están cansados y quejosos de tanto caminar, pero no podemos parar ahora, no mientras vemos que las montañas pueden estar llegando a su fin, y si no, son mucho más bajas ahora. No ha salido la primera estrella cuando un extraño viento polar nos paraliza en nuestro sitio. ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? Y hemos dejado las alturas detrás, los primeros árboles se sitúan frente a nosotras, pero la temperatura es tan baja... Ambas nos miramos de forma silenciosa, pero seguimos caminando unos instantes después, seguras de nuestros pasos. Al menos ella lo está.

 Entonces una chispa de blanco sobre las hojas verdes y el suelo irregular. Y esta chispa crece. Es nieve. Auténtica nieve helada. Y el frío es cada vez mayor. Sin embargo, la espesura del bosque no es suficiente para escondernos de posibles tributos, y tenemos que adentrarnos más en él, más en la nieve, más en el frío. Por eso el extraño traje. Una parte era para esta zona. Entonces, ¿qué hay al otro lado? ¿Calor intenso? Los dientes me castañean, y tengo que cruzarme de brazos para pegar el abrigo a mi cuerpo fuertemente.

  Al caer la noche, intentamos trepar a un árbol, pero la nieve nos hace resbalar y caer al frío suelo. Lo mismo pasa con las rocas, además nuestras manos están rojizas e irritadas de posarse en tales temperaturas. Al final nos decidimos bajo la copa de un árbol espeso. Sus ramas protegen el suelo un poco, y podemos barrer la nieve hasta quedarnos con la tierra. Nos repartimos la manta y nos tumbamos juntas. Asomadas, vemos el cielo. El himno. Las caras.

 Jack es el primero en salir. Le siguen los dos del tres y el chico del 5. El siguiente en proyectarse sobre las estrellas es el chico del 8, compañero de Alisson, eso me alivia, saber que Joulley está vivo... Las chicas del 9 y el 10. Por último Paul. Samantha parpadea y carraspea su garganta, luchando contra el llanto.

 -Puedes dormir, yo haré la primera guardia. - ella asiente agradecida y se da media vuelta, con la cabeza apoyada en la mochila.

 Me castañean los dientes y no me gusta estar en el suelo, donde somos presas fáciles. Aunque por el momento no nos hayamos cruzado con nadie desde el baño de sangre. Entonces lo oigo. Unos pasos. Una rama que se rompe. Por un momento me asusto, pensando en Alise y compañía. Pero luego pienso que los profesionales sonarían más. Sacudo el brazo de Sam. Ella se sobresalta un poco y poso una mano en sus labios en gesto de silencio. Ella también lo oye, porque prepara su arco instantáneamente.

 Nos levantamos a la par. No podemos dejarnos vencer por el miedo. No ahora. Suena de unos arbustos, a unos metros tan solo. Agarro una piedra del suelo porque es lo mejor que tengo.

 -Yo te cubro. - suena estúpido. Cubrirla con una piedra. Pero al fin y al cabo, ¿qué le voy a hacer?

 Entonces llegamos. Ella me mira justo antes de abrir las ramas de una patada y que entre ellas aparezca el pequeño Joulley recolectando bayas.

lunes, 18 de febrero de 2013

Capítulo 20.

 La lluvia cala mis ropas rápidamente, entra por la poca piel que llevo descubierta y me hiela. Pero no de forma fría como lo harían unas bajas temperaturas. Incluso dudo que sea la lluvia lo que me paraliza. La arena es una completa tormenta, de viento, rayos y gotones golpeandonos a cada uno de nosotros. No puedo ver gran cosa, pero estamos situados en un valle, rodeados de montañas y nada más que montañas, no se ve nada más. Ni una chispa de cielo, ni siquiera hay árboles, solo pradera y rocas. ¿Se han vuelto locos? ¡Moriremos todos el primer día de los juegos! Aunque quien sabe si es eso lo que quieren, los vigilantes son impredecibles.

 La cornucopia es de un dorado apagado, apenas brilla, solo haces de luz la recorren por cada rayo que quiebra el cielo negruzco. Tengo el tiempo justo para idear algo, en un minutos las minas de las plataformas se desactivaran y todos empezaran a correr. Y a matar. Intento localizar a Joulley, sin éxito. A mi izquierda está Samantha Clearwater, la que estuvo a punto de ser mi aliada, pero las cosas con Dan hicieron que eso no fuese posible. A mi derecha está el compañero de Dakota, el chico del distrito 8, llorando y sin dejar de mirar a la plataforma de al lado, que está vacía. A los vigilantes les gusta jugar con nuestros sentimientos. Y parece ser que les funciona, porque cuando apenas quedan 15 segundos para comenzar, su plataforma estalla en miles de trozos, llevándose media zona de tierra de por medio, tengo que apretar los dientes para no comer barro. Y la fuerza de las ondas está a punto de acerme caer, por suerte no lo hago. No hay tiempo de llorar por su pérdida, solo de mirar las armas. Las hachas. Están al lado de los tridentes. Y sé a quienes se les da bien los tridentes. Llevaba yo razón cuando decía que me harían pagar lo de los entrenamientos. Mi mirada se detiene en algo. Es una mochila, pero no una mochila cualquiera. Esta es alargada, podría contener un palo, o algo así. Y suena el gong.

 Me ha pillado de imprevisto, no me lo esperaba y el contador a llegado a cero. Corro y corro, pues supongo que soy rápida, como me dijo el monitor de lucha cuerpo a cuerpo, sin embargo, Alice está allí, riendose a carcajada limpia, tiene a Joulley arrinconado. No lo pienso ni un instante y me lanzo encima de ella, con ansia, furiosa. Me pega un puñetazo en el estómago que me hace vomitarle encima el desayuno. Sonreiría, pero me duele demasiado. Intento volver el tridente en su contra y clavárselo en la garganta, pero ella es fuerte.

 -¡Skiley! - oigo gritar a Joulley.

 -¡Vete! ¡Corre! ¡Coge las hachas y vete! - es lo único que respondo mientras forcejeo con la pelirroja, el niño tarda, pero acaba haciendome caso. Y alguien me coge en brazos y me zarandea en el aire. Es Jack, el chico del 1, que me cuelga en el aire desde el cuello. Noto la falta de aire. Me estoy mareando. Y Jack me escupe. Me escupe sangre y cae al suelo, con una flecha atravesando su cuello. Samantha apunta a Alice, pero esta esquiva el tiro y se avalanza sobre ella. Es Paul el que se pone de por medio. Y el tridente se hunde en su pecho fuertemente. Samantha grita. Alice sonrie. Una llamarada de fuego se cierne a unos treinta metros de distancia. Y ya sé lo que contenía la mochila alargada. La chica del 5 intenta protegerse de los profesionales que la rodean.

 -¡Alice! - oigo llamar a alguien.

 -¡Te necesitamos! - acompaña otra persona, que no puede ser otra que Bianca. Es extraño, jamás los profesionales se han ''necesitado'' en el baño de sangre. Ella vacila, nos mira con odio y corre. Samantha está tirada en el suelo junto al cadáver de Paul, llorando. Si no nos vamos de aquí pitando, nos matarán, podemos estar seguras de eso.

 -Venga.- comienzo a decir, pero me ignora y se abraza a él. - Samantha...

 -¡No quiero!

 -¡Sam! - actúo por instinto y le doy un pequeño tortazo para que me mire. - Tenemos que irnos. Tenemos que irnos ahora.

 Ella lloriquea, y acaba por levantarse y correr conmigo en la dirección en la que Joulley se fue, no sin antes coger la mochila que el chico del 5 llevaba colgada antes de morir desangrado. La tormenta no cesa, incluso parece aumentar por momentos. Nosotras no nos detenemos aunque nuestros pulmones ardan. Y además ella tiene mejor resistencia que yo.

 Cuando por fin dejamos la pradera, una enorme montaña se eleva ante nosotras. Enorme es poco. Gigante. Más que eso. Lo bueno es que la cuesta no es muy empinada y no corremos peligro de caer como si de un tobogan se tratase. De momento no hay tributos a la vista, solo oscuras sombras que parecen hormiguitas a lo lejos. Hormiguitas muertas. Y unas lenguas de fuego que parecen grandes bolas elevándose con el viento.

 Samantha y yo no hablamos en el viaje hasta la cima, aunque ya hayamos podido dejar de correr. No hay palabras posibles que poder emplear. Ni un ''lo siento'' de su parte ni un ''lo siento'' de la mía. Pero seguimos juntas. Con un objetivo común. Sobrevivir.

 El clima empieza a cesar, las nubes a calmarse. Ya no llueve. Sale el sol. Pero mi tranquilidad no se calma.

 Tengo que encontrar a Joulley.

jueves, 7 de febrero de 2013

Capítulo 19.

Me despierto de forma lenta, ardua. Mis párpados luchan por mantenerse cerrados y no volver a abrirse en mucho tiempo. Yo sé por qué. Porque hoy empiezan los vigésimo segundos juegos del hambre. Tengo entendido que empezarán a mediodía. Lo más recomendable es, que aunque tenga el estómago cerrado, me atiborre a comida.

 El calor entre mis brazos es lo primero que noto, pues estoy abrazada a él, cuyos ojos amoratados delatan una noche sin sueño.

 -Has dormido algo, Dan? - él sacude la cabeza de forma negativa.

 -Yo ya dormiré, lo importante ahora es que tú desayunes.

 -De un modo casi automático, se levanta y me levanto. Parece alterado, algo le pasa. Me pregunto qué será. El debe notar mi preocupación en el rostro, porque se me acerca y, atrapando mi cara entre sus manos, me besa dulce y cálidamente. Este beso es tan único como maravilloso. Me hace sonreír, me hace subir a las nubes.

  Al rato se detiene.

  -Vamos, pequeña. - caminamos hasta la puerta. Al salir, los demás están despiertos y desayunando un grandioso banquete.

-¡Es el día! ¡Es el día! - exclama Rossie emocionada, cosa que me altera un poco. Ella siempre tan vivaracha y cantarina.

 Joulley, está asustado, y come despacio, como si eso impidiese el rápido paso de las agujas del reloj. Los dos estilistas, desayunan de forma silenciosa. Apuesto a que no les sienta bien que los chicos que han convertido en símbolos reconocidos de Panem, tengan grandes posibilidades de morir en pocas horas. Dan y yo nos sentamos, ignorando a esa encantada e ilusionada Rossie, y comenzamos a desayunar silenciosamente.

  Yo lo intento, pero sólo dos panecillos con chocolate entran en mi estómago. No puedo más.

  Tengo un nudo en la garganta. Siento frío a la vez que calor. El vello erizado de mis brazos me delata. Cuando las 10:30 marca el reloj, bajamos a la planta baja del edificio. Allí nos despedimos de Rossie, que parece sorprendentemente, estar luchando contra las lágrimas. Me braza suavemente y hace lo mismo con Joulley. Luego nos desea suerte a los dos.

  Vamos hacia un campo a descubierto que tiene dos aerodeslizadores detenidos en el centro del todo, bajo el sol matutino. Algunos tributos van subiendo a estos, cabizbajos en la mayor parte. Orgullosos profesionales la minoría. Aquí es cuando toca despedirse de él. De Dan. Joulley le dice adiós con voz ronca y apagada. Yo no soy capaz de hablar. El pequeño camina a los aerodeslizadores apenado, comprende que queremos despedirnos. A solas.

 No hay palabras, estas sobran y se van con el triste suave viento del capitolio, que está ajetreado por los últimos momentos antes de que los tributos lleguen a la arena. Nos miramos. Sus ojos verdes brillan, humedecidos. No quiero verle llorar. Aunque supongo que mis ojos estarán igual, o peor. Él me abraza, sujeta mi cabeza con su mano y la pega contra su pecho mientras el viento alza mi pelo. Quiero llorar. Quiero hacerlo. Pero no puedo derrumbarme ahora. Sky se rompió ayer. No pudo más y lo hizo. Una mujer me mira desde la puerta, vestida con una bata blanca y me dice que me de prisa, de forma impaciente. Me separo de él. Ya tiene lágrimas en su mejilla.

 -Sky... - es lo último que le oigo decir. Porque le callo con un beso y cuando nos separamos, no le dejo hablar.

 -Dan, no te dejes romper tú, no lo hagas como yo ayer lo hice. No estaré aquí para recoger tus trozos.

 Quiere replicar, decirme que volveré, que lo prometí, pero sacudo la cabeza y rozo sus labios nuevamente.

 -Te quiero... - susurro antes de que unos brazos me rodeen y me ''arrastren'' literalmente al aerodeslizador. Le miro y él a mí. Se coge de los pelos, conteniendo su rabia y patalea una piedra que se escondía en el gran campo verde. Lo siguiente que veo es una pared gris y repleta de cables. La puerta del aerodeslizador se ha cerrado.

 Estoy sentada en un asiento, frente a mí hay un asiento vacío. ''Dakota'' - pienso para mis adentros. Me pregunto si lo habrán puesto ahí aposta. Jamás lo sabré. A mi lado derecho, Bianca se ríe burlona, y a mi izquierdo, Sebastian, compañero de Alice, le acompaña. No puedo ver quienes más están en mi pared, pues los pechos de Bianca lo tapan todo. No puedo evitar fruncir el ceño. La pared contraria la ocupan, Jolley, la inexistente presencia de Dakota, Selene del cinco, Jack, Alice, Samantha. En ese mismo orden. Lo que me lleva a pensar que los doce que faltan están en el segundo aerodeslizador. Suelto un suspiro. Y todo empieza a vibrar.

 El camino es largo. Diez minutos antes de parar, la chica que me trajo arrastras me coje el brazo y me inyecta algo por una gruesa aguja metálica.

 -Un localizador. - comenta seria, y va hacia Sebastian. Curiosa, me toco el brazo, notando el pequeño bulto que destaca. - No lo toques. - ella me clava la mirada. La mataré mentalmente. Al igual que Alice, Snow, Bianca, Sebastian... una larga lista. Una muy larga lista.

  Cuando el vehículo dejo de temblar, la puerta se abrió, aunque no había nada que no fuesen paredes y más paredes, un largo pasillo con un montón de puertas. Los corrales donde encerraban a los pollos antes de que les den matanza. Me metieron en la puerta número siete de la pared derecha. Joulley a la izquierda.

 Zafira.

 Corrí hasta ella y me rodeó con sus brazos. Me fije en una mesa, había cosas de comer y agua. Para el último momento. Me obligo a mí misma a comer un panecillo acompañado de un vaso de agua.

 -No sabría decir que os espera arriba. El traje por dentro es ancho y fino, para temperaturas cálidas, pero por fuera le acompaña un buen pelaje para temperaturas bastante bajas. Quizá jueguen con la temperatura. - se encoge de hombros y cuando termino de comer, me ayuda a colocarme, lo primero, Un traje de cuerpo entero, pero ligero y de manga corta de color negro, y unos pantalones largos y grises, con una chaqueta peluda por encima. Comienzo a tener calor, pues la temperatura de aquí abajo es normal dentro de lo que cabe.

 Las dos suspiramos a la par y ella me abraza una vez más. Este abrazo dura tanto como puede, hasta que una voz robótica lo dice: Un minuto.

 Me besa la frente. Cincuenta segundos.

 Me pasa el dedo pulgar por la mejilla, por donde una lágrima empezaba a resbalar. Cuarenta segundos.

 Respiro hondo y cierro los ojos. Ella me posa una mano en el hombro en gesto de aprovación. Treinta segundos.

 -Gana, ¿vale? - propone mientras que la voz pronuncia que quedan veinte segundos.

 -Lo intentaré.

 Diez.

 Camino hacia el tubo de cristal transparente, una pequeña base metálica que sé que si dejo de pisar en la cuenta atrás, me hará estallar en mil pedazos. Y entonces sí que Skiley se romperá del todo.

 Cinco.

 Y después todo es silencio. El tubo se cierra y empieza a ascender. Miro los ojos azules de Zafira por última vez y entonces, la lluvia de un día nublado cae sobre mí.

miércoles, 30 de enero de 2013

Dan. "Los niños grandes no lloran." PARTE 2.

Skiley frunce el ceño mientras duerme, seguro que sueña. Pero soy incapaz de despertarla. Me incorporo un poco, esperando que este gesto no la desvele. Me tiene agarrado de tal forma, que tengo que maniobrar como zafarme de su fuerte abrazo. He de ir a hacer algo.

Me abrigo, poniéndome una bata negra, que no es precisamente masculina, pero sirve, y salgo de la habitacin de forma sigilosa.

Fuera no hay nadie, a estas horas desde luego que no.

Atravieso el salón en silencio, caminando de cunclillas y llamo al ascensor, que no tarda en venir y abrir sus puertas en mí. Entro, y pulso el número cuatro.

Su planta es algo distinta a la nuestra, pero no demasiado. Lo único que varía por completo es el color azul de sus paredes y la localización de los muebles.

Y luego, en el sofá está ella, esperándome sonriente.

Alice.

martes, 29 de enero de 2013

Capítulo 18.

Mi mundo se ha detenido. Ya nada tiene ningún sentido. ¿Por qué me pasa a mí esto? Bueno, esto entre otras cosas. ¿Por qué la vida me juega tan malas pasadas? Antes de que las lágrimas empiecen a rodas por mis mejillas. Camino deprisa a mi cuarto. Sé que me sigue alguien, seguramente Dan, pero me equivoco. Joulley se queja cuando al entrar, casi le pillo un pie. Entra en mi cuarto, pero no me inmuto, me meto en mi cama y me aferro a mis sábanas con los puños.

 -Vete, Joulley, no quiero que me veas llorar.

 -Es que no quiero que llores...

 Sacudo la cabeza. Joulley, el niño que me odiaba, no quiere verme mal. De algún modo, me enfado.

 -¿No me odiabas?

 -No, Skiley, no te odio. Simplemente, sé que tú ganarás estos juegos, más que yo, no sólo porque hay una diferencia obvia de ventaja, sino porque Dan te quiere a ti.

 ¿Y los demás? ¿Qué pasa con Paul y con Samantha?

 -Te odian. - mi rostro se contrae en una mueca. - Todos te odian. Creen que lo vuestro es un cuento para conseguir patrocinadores.

 Asiento. Claro que sí. Es lo que me esperaba.

 -Yo... - comienza a decir con timidez. - Creo que romperé la alianza con ellos dos. Aunque eso no supondría que tú aceptaras aliarte conmigo, ¿no? - noto una chispa de esperanza en su voz. Yo sacudo la cabeza de forma afirmativa.
 
-Me aliaré contigo.

-Gracias. - no me abraza. Me temo que no podemos abrazarnos a estas alturas.

 Dan entra en la habitación sin ni siquiera llamar a la puerta. Está triste. Lo noto en su mirada. Triste. Dolorido. Atormentado.

-Joulley...

-Claro. - interrumpe él, adivinando los pensamientos del mentor y sale por la puerta, cerrando tras de sí. Él solloza un poco, se acerca a mí y me funde entre sus brazos. -Lo siento, Sky... de verdad que...

 -No importa, Dan. -pero sí importa, aún siento rabia. La rabia de antes. La rabia que se pregunta qué vena le ha dado para desvelar a Panem lo nuestro. -¿Por qué lo has hecho?

 -Pensé en los patrocinadores, ¿vale? Pensé en que eras fuerte y podías valertelas aunque fuesen a por ti.

 -¡Me sobreestimaste, Dan! ¡Que son veinticuatro personas! ¡Todas a por mí!

 -En realidad a la mayoría les da igual, sólo les importa a los profesionales.

 -Y convertirme en el principal objetivo de esas maquinas de matar era una buena idea, ¿no? - repongo con un sonoro bufido.

-Me voy a arrepentir toda mi vida, no te quepa duda.

 Le miro incrédula. Sin poder aguantar más, escondo mi rostro entre las manos para poder llorar. Él me intenta pasar un brazo por mis doloridos hombros.

 -No me toques. Vete. - ¿Realmente he dicho yo eso? ¿Realmente quiero pasar mi última noche antes de encararme con la muerte sin él?

 -¿Qué?

 -Que te vayas.

 -Pero...

 -¡Vete, Dan! ¡Lárgate! ¡Y ya no entres más! Ni a verme dormir, ni a nada.

 Él se muerde el labio con fuerza, puedo ver que se provoca una herida sangrante en este. Se levanta con la mirada perdida y camina hacia la puerta. Se detiene ahí, mirándome una vez más. Levanto la vista, sin poder esquivar sus ojos verdes y suelto un sollozo ahogado. Cojo un cojín y se lo tiro con rabia.

 -¡Vete!

 Él recoge el cojín del suelo y vuelve a mirarme.

 -No me voy a ningún lado.

 Y se acerca, ignorando mis puños que golpean débilmente su cuerpo, mientras chillo una y otra vez que se largue. Finalmente le abrazo y lloro sobre su camiseta. Él suspira antes de hablar.

 -Voy a quedarme aquí, toda la noche. Voy a entrar cuando quiera y voy a verte dormir desde la puerta. No podrás impedírmelo.

 Yo asiento, rindiéndome. Él se tumba a mi lado y me arropa con las mantas cariñosamente. Antes de que pueda cerrar los ojos, me da un beso en la frente.

 -Duerme, Sky.

 Y me duermo.



 ''Lauren. Gaby. Ellos dos y nadie más. El cadáver de Melanie es recogido por un aerodeslizador mientras la chica del uno y mi hermano se miran, intentando ver los puntos débiles del otro. Está claro que la chica de cabellos dorados tiene ventaja sobre él. Pero sé que puede conseguirlo, claro que ambos tienen la misma oportunidad. Sólo un mísero lanzamiento de armas. Gaby tiene un machete. Una oportunidad. Lauren tiene una lanza. Otra. Si los dos fallan, tendrán que enfrentarse cuerpo a cuerpo. 

 Y los dos fallan. 

 La chica corre hacia Gaby, él bloquea el puñetazo que iba a su cara. Sé lo que piensa, claro que lo sé. No permitirá que le vuelvan a poner una mano encima. Me pregunto si se imaginará mentalmente que Lauren es nuestro difunto padre. Mi hermano levanta una pierna. Pero su patada falla. 

 Pasa un rato de movimientos equivocados. Ambos están cansados. Pero ninguno se da por vencido. Y entonces entran en juego las mutaciones. También llamadas mutos. 

 Los mutos son veloces, unos extraños mapaches gigantes con afilados dientes que hunden sobre las pieles de los dos últimos tributos con vida. 

 Siempre pensé que la compasión que sentía mi hermano hacia los demás era una cualidad. Cuando ocurrió lo que ocurrió, lo vi como un defecto. 

 Uno de los mapaches iba a dar el golpe de gracia a Lauren, pero Gaby lo evitó. Empujo al muto al otro lado del campo con furia, salvando la vida de la profesional. Pero entonces la manada se avalanzó sobre él. Lauren se quedó mirando. Sin devolvérle el favor. Sonriente. Gaby susurró algo mientras las garras y los mordiscos se hacían con lo que le quedaba de vida. Era la frase. Mi frase. Skiley, no te dejes romper. Y dos minutos después, de intensa agonía. Un cañonazo la nombró vencedora de los décimo octavos juegos del hambre. 

 Me encogí en mi asiento frente al televisor, me abracé a Danae, y lloré como nunca lo había hecho. ''

lunes, 21 de enero de 2013

Capítulo 17.

 Bianca es la primera en salir, su aspecto es atractivo y glamuroso. Va vestida con un cortito vestido con transpariencias en la cintura y en las costillas. Era de esperar. El mismo aspecto pueden lucir los demás profesionales. Los tributos masculinos son maquinas de matar. Y los femeninos, el deseo de todos hecho realidad. No me sorprende ver que Alice está completamente desnuda salvo por unas cuantas escamas plateadas que cubren sus zonas más íntimas. Me muerdo con fuerza el labio, reprimiendo la rabia que me provoca. Dakota me coge de un brazo cariñosamente cuando la chica del 5 sube. Su vestido es tan impresionante que abro un poco los ojos. Es como si no llevase tela. Como si simplemente estuviese envuelta en fuego. En ardiente fuego rojizo y anaranjado. Mi aliada me hace mirarla, no tan impresionada como yo.

 -¿Cómo estás? - pregunta con una débil sonrisa. La veo apagada, y triste.

 -Diría que bien. Pero sería mentira. ¿Tú?

 -Nerviosa. - contesta simplemente.

 Por alguna razón, su sonrisa oculta un sentimiento completamente desvelador, sé que está cansada de luchar contra algo que no puede superar. Como yo en cierto modo. Pero yo he vivido con el demonio. He sufrido la muerte de mi hermano. No he conocido a mi madre. No creo que morir en los juegos del hambre sea mucho peor.

 Las entrevistas avanzan. Dakota y yo nos damos la mano de forma que nuestros nervios quedan tensados ahí. Y entonces llega mi turno. Tan pronto que no lo veía venir.

 Un hombre vestido por completo de negro me tiende la mano para ayudarme a subir al escenario. Me despido de mi amiga con un gesto de cabeza y me dejo llevar cara a cara con el público. Los sonidos son fuertes. Las luces tan altas que por un momento me ciegan. Luego está la voz de Caesar, con su cabello y cejas color escarlata. Su sonrisa forzada no se quiebra en ningún momento, y su voz retumba en mis oídos. Me cuesta entender lo que dice hasta que logro volver a la realidad.

  -Bueno, Sky, precioso vestido. Y en el desfile nos dejaste igual de impresionados. ¿Que nos cuentas sobre este?

 -Que Zafira es la mejor estilista del mundo - digo sin dudar en ningún momento. Él sonríe, parece que lo único que quiere es facilitar las cosas. Pero veo que me equivoco cuando dice la siguiente pregunta.

 -Esto será algo duro para ti, después de que tu hermano viniese en los décimo octavos juegos del hambre, supongo. ¿Cómo lo llevas en ese sentido?

 -Yo... - miro hacia el público de forma embelesada, y encuentro los profundos ojos de Zafira. - Él... era la persona que más quería en este mundo... Y... Sólo puedo decir que necesito ganar por él. Quiero que le recuerden.

 Palabras equivocadas. El Capitolio olvida a quienes mueren, sólo los ganadores quedan grabados en sus mentes. Sé que no he dicho lo correcto, pero no me arrepiento de mis palabras.

 -Entendemos... - Caesar prosigue. -Ahora vamos ala cuestión de la que más se habla en todo el Capitolio y que a todos nos interesa. - dedica una mirada cómplice al público y a las cámaras y vuelve a mirarme. - Dan Lewis. Tu mentor. ¿Hay algo entre vosotros dos, Sky?

 Y ya lo ha soltado, sabría que pasaría. Me tranquilizo mentalmente, debo responder con calma, que parezca que soy sincera. Pero el propio Dan se me adelanta, esquivando a los ''guardaespaldas'' que intentan contenerle.

 -¡Puedo contestar a eso!... - se calma y se acerca a mí. Me acaricia el pómulo derecho y cierro los ojos, conteniéndome para no gritarle delante de todo Panem. Es que no lo entiendo, Se supone que lo llevabamos en secreto. Ahora todos pensarán mal. Y es que crean lo que crean, tanto si lo nuestro es real como si no, el odio no se apagará.  -Puedo contestar a eso. - susurra, bajando el tono de voz.

 -Muy bien. - Caesar parece animado, cruza una pierna y apoya su cara entre sus manos, que a su vez se apoyan en sus rodillas. - Esperamos impacientes esa respuesta.

 -La quiero. - busca una cámara y se dirige a ella. Yo miro mis pies. - La quiero con locura. Que lo sepa todo Panem. Que esta chica es el motivo de mi ilusión. - coge ligeramente mi barbilla y me besa. Ni siquiera cierro los ojos, me limito a reprimir los insultos en mi cabeza. Cuando se separa, todo empieza a formarse en gritos y aplausos emocionados. Tanta falsedad me enfurece.

 -¡Bueno, Bueno! ¿No os parece precioso, amigos? - todos vociferan respuestas positivas. -Aunque siento comunicaros que el tiempo de nuestros queridos tortolitos ha terminado. Dan sonríe y me besa la frente. Sale corriendo de forma inesperada. Frunzo el ceño y le voy a seguir. Pero Caesar me detiene y levanta mi mano bien alto para despedirme. - ¡Skiley Weir del distrito 7!

 A la primera oportunidad de zafarme, corro, los zapatos de madera me incomodan los pasos, por lo que me los quito y voy descalza y de mal humor.

 -Bonita entrevista, cieeelo. - sólo una persona tiene esa estúpida voz que tintinea en la palabra cielo. Sus cabellos pelirrojos salen a descubierto mientras se acerca a mí de forma violenta. - Pero no para nosotras. - Puedo ver como Bianca y Sebastian, chico del 5, salen también de entre las sombras bajo el escenario. Es Alice la que me empuja contra la pared y me aprieta con fuerza los omóplatos. - ¿Acaso crees que puedes ganar con una rebuscada mentira? ¿Crees que por tener más patrocinadores vas a escapar de los profesionales?

 La miro. No tengo miedo. No tengo miedo. Pero sí lo tengo. Sus manos cogen mi falda otoñal.

 -Preciosa, no cabe duda. - y la arranca con fuerza de su sitio.

 -¡Dejadme tranquila! - chillo todo lo que mi garganta me permite,

 -¡Oh, dejadme! - repite burlona Bianca, que se ríe junto a Sebastian. - Qué penita, de verdad...

 Estoy furiosa. Siento frío en las piernas. Pero calor en el pecho. Tarde o temprano vendrá alguien cuando vuelva de su entrevista. Entonces sé quién va después de mí. Joulley. Y no me permitiré que le hagan daño a él. Respiro hondo mientras la profesional aprieta mis hombros fuertemente, dolorosamente. Aprieto los dientes e intento darle una patada en las costillas. Pero detiene mi pierna y tira de ella hasta tirarme al suelo.

 -¿Bianca? - canturrea. La aludida sonríe y la pasa un pequeño aunque afilado cuchillo. No será capaz... ¡Joder, no! ¡Eso es ilegal! - Bueno, cielo, pensamos que...¿qué mejor que decorar un hermoso cielo que con un precioso sol? - acaricia el pómulo que dan acarició con la punta del arma que no tiembla en su mano. Baja hasta mi garganta, dónde sonríe y luego rueda por mi piel, posándose en mi hombro. Está a punto de hacerlo, de apretar con fuerza, pero algo me salva. O alguien. Zafira.

 -¡SOLTADLA AHORA MISMO! - los profesionales se dan la vuelta. Podrían destrozarla, podrían destrozarnos a las dos. Sin embargo, se dan por vencidos. Mi enemiga me mira por última vez. Me acaricia la mejilla y la aparto de un manotazo.

 -Nos vemos mañana, preciosa. -ríe de forma cantarina y los tres abandonan el lugar. Abrazo a mi estilista, dejando que todo explote, que mis lágrimas empapen su vestido rojo. Ella me acaricia la cabeza mientras me susurra muy bajito:

 -Ya está... Tranquila, Sky. - me hace mirarla y me guiña un ojo. - No te dejes romper.

 Pero eso no hace más que aumentar mi llanto.



 Cuando subimos a nuestra planta, Joulley ve la televisión, Rossie picotea un pastel de chocolate y Dan no está a la vista.

 -Tengo que... - Zafira asiente y se une al pequeño.

 Camino hacia la puerta sujetando el lecho de hojas, Zafira lo ha sujeto como ha podido a la coraza de madera, aunque sé que lo han destrozado del todo. Llamo a la habitación de Dan cuando oígo el agua correr. Entro y cierro. Me dirijo pues a la puerta del cuarto del baño, el sonido aumenta. Llamo.

 -¿Dan? - él no contesta. -¡DAN! ¡Te exijo que me abras la puerta si no quieres que entre a la fuerza!

 -Me da igual que me veas desnudo, Sky. - parece divertido.

 -¡Dan!

 -Vale, vale... - el agua se corta y todo es silencio hasta que por fin se gira el pomo.

 Está desnudo. Sólo una toalla se envuelve alrededor de su cintura. No es la primera vez que veo su torso. Pero las pequeñas gotas de agua que caen desde su pelo a su cuerpo... Le favorecen de un modo casi hipnótico. Me quiero dar un tortazo. Me obligo a mirarle a la cara.

 -¡¿Qué mosca te ha picado?! ¡¿Cómo se te ocurre decir todo eso ante las cámaras?! Agh... - le doy la espalda mirando hacia la ventana.

 -Sky... - le ignoro. - Sky...

 Se acerca y me posa una mano sobre mi hombro, suelto un siseo.

 -¿Qué ocurre?

 -Un pequeño incidente. Que quizá no hubiese pasado de no ser por todo lo que has dicho. - él frunce el ceño. - es cierto... Yo... pensé, pensé que querías que volviese, que volviese contigo. Y lo que has hecho es mandarme a la muerte directa. - las lágrimas ya empiezan a nacer. Otra vez.

 -No quería... hacerlo. - baja la mirada y suspira. Él amenaza también con desbordarse en cualquier momento.

 Lo único que nos salva de no llorar juntos es Rossie, que llama a nuestra puerta.

 -Chicos, un mensaje del capitolio, tenemos que verlo en el salón en cinco minutos. - ambos nos miramos extrañados. Sólo anuncian cosas de vital importancia, ¿qué puede ser a estas alturas? Yo me doy la vuelta mientras Dan se viste, fuera de bromas con que sabe que le miro de reojo. Y salimos. El presidente Snow está en pantalla.

 -Buenas noches, Panem. Buenas noches, tributos de los vigésimo segundos juegos del hambre. Siento tener que comunicarles una triste y cruel noticia. Y es que uno de nuestros queridos tributos, ha fallecido. - todos soltamos un jadeo, es algo bastante inusual, aunque no es la primera vez que ocurre. - La pobre desafortunada es - no tarda mucho en decir el nombre, aunque yo desearía con todas mis fuerzas que fuese Alice aunque no sea posible. - Dakota Jhonson, del distrito textil. Te echaremos en falta, Dakota. - una foto con su nombre, sale en pantalla.

 Dakota. Mi única aliada. La única persona que me creyó desde el principio.

 Me han dicho muchas veces que no me deje romper.

 Pero me rompo.

martes, 15 de enero de 2013

Capítulo 16.

 No dormimos. Él se tumba en mi cama y yo me abrazo a él. Hablamos toda la noche, en susurros muy bajitos, para que sólo podamos oírlo nosotros. Él me cuenta lo que hizo en su sesión privada. El por qué del cinco que recibió. Y es que, si lo mío fue malo, lo suyo fue peor aún.

 -Tardaron unas cuantas horas en curarme las quemaduras de las manos para que fuese en condiciones igualadas a los juegos. - me dice, poniendo sus ojos en blanco. Y es que intentó incendiar el simulador del bosque. Salvo que este pareció defenderse, al parecer la imitación de la madera que usan es muy inflamable.

 -Bueno, no podrían quejarse. Tú les avisaste a tiempo de que planeabas quemar su querida arena.

 -Aún me arrepiento de ello. - susurra mirando hacia el techo oscuro, sé por qué lo dice.

 -¿Los echas de menos? - que pregunta más estúpida, eran sus padres, ¿cómo no iba a hacerlo?

 -Mucho. ¿Tú no?

 Me muerdo el labio inferior, él no habrá oído hablar de mi padre, supongo que no, ya que aún no nos conocíamos cuando le ejecutaron, y las muertes públicas no son muy admiradas por todos. Suelto un ligero suspiro.

 -Mi padre era un monstruo y a mi madre no tuve el placer de conocerla. Por lo que no puedo decir que los extrañe, la verdad...

 -Lo siento... - me besa la frente cariñosamente y mira hacia la ventana, donde los primeros rayos de luz se reflejan. -Creo... creo que debería irme. Se supone que no estamos juntos aunque eso crean todos. - Asiento y acompaño el leve beso que me da en los labios. Es algo extraño, nunca había besado a nadie y mucho menos me había esperado que fuese a ser Dan. Debo obligarme a pensar en que esto es un grave error. Que no puedo permitirme enamorarme ahora. Pero la tentación es grande. Y poderosa.

 Él me dirige una última mirada antes de salir.

 Yo sigo perdida en sus ojos.

 Me quedo un rato más en la cama, aunque haya salido el sol, sigue siendo muy pronto, y además hoy sí que no tenemos por qué madrugar. Lo único que haremos será prepararnos para las entrevistas. Las entrevistas. No sé qué voy a hacer, ni decir. No sé nada de nada. Al principio, Dan decía que sería ese arma vengativa que Zafira había empezado a crear, pero yo no estoy muy convencida con ello, y es que no sé ser feroz, no puedo serlo aunque quiera.

 El tiempo corre, y vuela, cuando quiero darme cuenta, todo el equipo está despierto desayunando. Por lo que yo también me levanto y salgo al salón tras vestirme con una blusa blanca y unos pantalones de color negro. Cojo un bizcocho para empezar, y lo mojo en mi chocolate caliente mientras la conversación lo inunda todo.

 -Sky, tú empezarás conmigo. - sonríe Rossie. - Por la tarde con Dan. Al revés es para ti, Joulley. - añade dirigiéndo su mirada hacia él, que no presta atención a nada ni a nadie, se limita a desayunar en silencio. Sé que se siente mal, fatal, lo veo en su mirada.

Y es que mañana empiezan los juegos. Tanto él, como yo, tenemos los días contados. O las horas.

 Asiento a lo que me dice Rossie, pero sigo distraída.

 Tras desayunar, empieza un trabajo duro que hace que al final, acabe con un tremendo dolor de pies. Ella me intenta enseñar a caminar erguida, como una dama y a sonreír correctamente. Debo sentarme con la espalda recta, con una pierna cruzada elegantemente por encima de la otra. Todo eso para causar una ''buena impresión''.

 -Y nunca, nunca bajes la mirada. ¿Entendido? - muevo la cabeza en gesto afirmativo, pero no estoy segura. - Y no borres la sonrisa.

 Pausa para comer.

 Turno de Dan.

 Antes de empezar, cierra la puerta de su habitación, pues quiere intimidad. Y yo también. Le beso. Me besa. Nos besamos. Pero ambos sabemos que debemos aprovechar este tiempo para desarrollar mi posible entrevista. Llegamos a la conclusión de que no puedo ser feroz.

 -Pero puedes ser distante, misteriosa. No decir mucho de ti y por lo tanto dejar a todos con esa intriga. Desearán saber más y, por lo tanto, patrocinarte para ganar los juegos. - en realidad es una buena idea, pero...

 -No, Dan, soy incapaz de algo.

 -¡Joder! Ya pensaré algo. - suspira, está alterado y furioso. Creo que odia los relojes, pues no se detiene el tiempo en mi camino a separarme de él. Y también frustrado. Tan frustrado como yo, pero él no se molesta en contenerse.

 Y es la primera vez que veo llorar a un chico. Gaby lloró por culpa de mi padre, pero no había imaginado a un chico llorar por mí. Y mis ojos amenazan con desbordarse también. No quiero hacerlo, por lo que respiro hondo y le abrazo.

 -Tranquilo... La... La entrevista no es lo más importante, Dan... - suspiro.

 -Si no vuelves... Me... Me... - se calla.

 -Me, ¿qué?

 -Nada, no tengo derecho a presionarte de este modo. Vamos, toca que Zafira te ponga deslumbrante. Me roza los labios por última vez y salimos.

 El tiempo con Zafira es más lento que con Rossie y Dan, pues para empezar, Verdiana, Caltazor y Tivara me preparan todo el cuepo para que reluzca. Ella es la encargada de vestirme.

 -Rossie exigió elegancia, y Dan quiso que parecieses fuerte. Un arma irrompible.

 Sé por dónde van los tiros, a estas alturas estoy segura de que quizá oyó a mi hermano alguna vez repitiéndome la misma frase: ''No te dejes romper.'' Ella saca mi vestido. Yo abro mis ojos como platos. Ha cogido la misma coraza que componía mi armadura en el desfile, pero la han moldeado de tal forma que quede como la parte de arriba de un vestido palabra de honor. También la han modificado para que no sea tan pesada como una armadura real. Pero es la misma, lo siento. La falda es larga, me cubre los pies, lo que se agradece, pues no quiero llevar tacones, está compuesta por hojas y hojas, de colores otoñales, rojizos, naranjas, dorados y marrones entre otros. Soy fuerte y bella a la vez, como un árbol en otoño. Me pregunto si se me caerán las hojas.

 Me hace el mismo peinado que llevé en mi primera cosecha, en la que escogieron a Gaby, pero supuestamente es para hacerles ver que no me derrumbé en ese momento y que no lo he hecho aún. Apenas me maquilla, sólo alarga mis pestañas con rímel. Por último, pero no menos importante, me da un brazalete. El brazalete. El nombre de Gaby tallado por fuera. La palabra ''Véngale'', ardiendo por dentro. Estoy preparada, o eso creo.

 Ella me besa la frente y me acompaña a los asientos de los tributos antes de subir con Caesar. Y este aparece.

 Comienzan las entrevistas.

 Comienza el juego.

jueves, 3 de enero de 2013

Capítulo 15.

 No ceno. Paso corriendo del ascensor a mi habitación en un tiempo récord. Esquivando a Dan, a Rossie, y a Zafira, que intentan detenerme para hablar. Esta última me sigue hasta mi cuarto y me ruega que salga, que no pasará nada. Que no van a hablar de nada que yo no quiera. Yo respiro hondo y giro el picaporte.

 -Están a punto de decir las puntuaciones. - me recuerda mirándome con sus ojos celestes.

 -Eso es otra cosa de la que no quiero hablar.

 -¿Tan mal lo has hecho? - se da cuenta de que eso ha dolido. - Perdona. Olvídalo. Vamos. - me tiende la mano de forma cariñosa y yo la cojo. Ya no tengo ganas de llorar, solo de dormir.

 En la salita está todo el equipo, sentado frente al gran televisor de la pared, escuchando como Caesar habla y habla, parlotea como un loco. Y recuerdo que  mañana son las entrevistas, que ese mismo hombre, que un poco de miedo me da ya, debido a que su cabello, pestañas y cejas, están de rojo tan intenso, que lo mismo podría estar sangrando. Suspiro y me siento junto a mi estilista.

 -Bueno, bueno. Sin más demora, vamos a ver las puntuaciones de cada uno de los tributos. - la pantalla comienza a reflejar una imagen del tributo en cuestión junto un número a su lado, su puntuación. Empiezan por el 1, como siempre. Primero el chico y después la chica. No me sorprende ver como los profesionales obtienen números del 8 al 10, entrenan toda su vida para ello, siempre sacan prácticamente lo mismo. No sé cómo lo hace la chica del distrito 5, pero se me abren los ojos como platos. Ha sacado un 12. Increíble. Me consuela pensar que ahora ya no soy el principal objetivo de los profesionales. Les saca de quicio quedar por debajo de un distrito no agraciado. Joulley saca un 6. Lo que me hace esbozar una leve sonrisa. Al menos con eso pueden trabajar para conseguirle patrocinadores.

  Mi nota es aquel número que ronda mis pesadillas,que asocio directamente con Gaby. Un 9. La misma nota que Gaby obtuvo en sus juegos. Debería alegrarme,pero siento un vacío en el pecho que me lo impide. Los juegos de mi hermano me golpean de repente, sé lo que planean.

Que tenga el mismo final que él.


 Tengo miedo.

 Aparto la mirada de la pantalla, incapaz de ver ni oír nada. Estoy demasiado aturdida como para hacerlo. Todo me da vueltas alrededor, sienta como una bofetada. Acaba el programa, el equipo nos felicita, tanto a Joulley como a mí. Pero ninguno de los dos está de humor como para celebrarlo. Dan me abraza. Yo no respondo, soy una estatua inmóvil. Solo hago ademán de moverme para regresar de forma silenciosa a mi cuarto.

 El tiempo pasa lentamente, agonizante, como cada día que intento dormir.Yo sigo en estado de shock.

 Y hoy, como ayer, el picaporte se gira, y entra él. Dan. Claro que, a diferencia de la noche anterior, estoy despierta a sus ojos.

 -Me gusta verte dormir. - confiesa desde el umbral de la puerta.

 -Lo sé.

 -¿Puedo pasar? - yo asiento, ya que lo iba a hacer de todos modos. Él se adentra y se sienta en el borde de mi cama. -¿Qué te ocurre?

 -Gaby sacó un 9.

 -Lo sé. - dice agachando la cabeza.

 Suspiro. Suspira.

 -Anoche estaba despierta.

 -También lo sé. - antes de que pueda contestar me interrumpe con una sonrisa traviesa. - Finges muy mal, Sky. Todo eso que dige era cierto, a pesar de que no me creas...

 -Te creo. Sólo que - alza una ceja yo sacudo la cabeza.

 Nuevamente suspiros por parte de ambos. Él me alza la barbilla para que le mire a los ojos. No sabe cuanto odio eso, no sabe cuanto. Porque sus ojos verdes son mi debilidad. Porque ante estos no puedo mentir. Susurramos.

 -Dan...

 -Skiley...

 -Capullo.

 Él sonríe.

 -Eres perspicaz, Sky. Te quiero.

 Aparto mi cara de su mano bruscamente y aparto mis ojos de su mirada. Todo es tan... confuso. Sin embargo, él agarra mi cabeza suavemente, con ambas manos y la acerca a la suya muy lentamente.

 Sus labios son fríos, pero acogedores. Tiernos y dulces, sientan como una naranja en un día de nieve.No solo mi boca es afectada por este mágico hechizo, sino todo mi ser, todo mi cuerpo siente una intensa oleada de calor, que me empuja a continuar nuestro constante roce de labios. ¿Por qué nos besamos? Es un grave error, lo tengo muy claro. Pero... muy agradable. Muy, muy agradable.

 Pasa un buen rato hasta que las distancias cobran sentido y todo vuelve a formarse en la realidad. Él sonríe de nuevo y, por alguna extraña razón, yo también.

 -¿Sabes una cosa? - niego con la cabeza. - Vas a ganar estos juegos y vas a volver conmigo.

 Vuelvo a negarme.

 -Dan, contempla la enorme posibilidad de que no sea así.... - me pone un dedo en los labios.

 -Puedes hacerlo, sé que puedes. La sangre de tu hermano corre en tus venas. Y él llego a la final. Tú también lo harás, pero no te quedarás a las puertas. No lo harás. ¿Me lo prometes? - casi suplica.

 Todo es una enorme bola en mi cerebro. No puedo pensar, ni razonar. Mi boca habla. Mi mente calla. Beso de nuevo a Dan y me aparto.

 -Te lo prometo.

miércoles, 2 de enero de 2013

Capítulo 14.

 Y es que no lloro allí, donde todos pueden verme. Subo a la azotea del edificio, aunque no podamos estar allí supuestamente y me escondo entre varios macetones con rosales tan altos como yo. Creo que estos están modificados, su color y aroma es muy predominante en el aire seco. Una vez estoy bien oculta que nadie pueda encontrarme, me llevo las manos al rostro y se contrae mientras caen las lágrimas.

 Llorar se me da bien. Es algo cuya técnica domino.

 Lloro tanto que temo inundar el lugar o ahogar a las plantas, y es que han dado ahí donde más duele: en la dignidad. Tras un buen rato decido parar y tomo una decisión: Alice Dotelli ha cumplido su objetivo, hacerme sufrir. Yo tengo otro: devolvérsela. No descansaré ni me dejaré matar hasta que esa estúpida muera en mis brazos.

 No sé que hora es ya, pero el sol tiñe el cielo de un naranja pálido, precioso, que me hace brillar los ojos mientras una brisa cálida seca las lágrimas restantes. Respiro hondo. No voy a dejar que me rompan más. No lo voy a hacer. Soy fuerte. He soportado cosas peores que estas. Me autoconvenzco de esto mientras bajo de nuevo al gimnasio, pero esta vez a una subsala donde están todos los demás esperando su turno. Llego tarde, lo sé porque el chico del cinco entra. Eso me agrada, no tendré que ver la cara de los profesionales de nuevo. Sin embargo, sí la de Joulley, al que no dejo de mirar mientras él agacha la cabeza. Me siento a su lado, intentando conseguir algo.

 -¿Sabes ya qué vas a hacer? - intento poner tono cariñoso. Él sacude la cabeza.

 -No.

 -Seguro que lo haces bien. Te he visto escalar y...

 -No, Skiley. Déjame tranquilo.

 -¿Por qué? - pregunto con la voz algo alterada. - No lo entiendo. No entiendo por qué crees esos estúpidos rumores y no me crees a mí, que fui tu aliada desde el principio.

 -¡Porque yo mismo sé lo que Dan siente por ti! ¡Porque sé como te mira! ¡Y como le miras tú! ¡Por eso! - ha comenzado a chillar. Todos nos miran y yo me muero de la vergüenza.

 -Eso es mentira. Por favor, Joulley... Deberías confiar en mí... - digo en un hilo de voz. Es doloroso ver como un niño tan tierno como él puede llegar a ponerse de esa forma. Aunque más doloroso es lo mucho que me recuerda a mi amiga y que no se fíe de mí.

 -¿Y qué más da? Si voy a morir de todas formas.

 -No digas eso.

 -Lo digo porque es la verdad. Contigo o sin ti, no puedo ganar estos juegos. Soy un crío débil y delgaducho con la fuerza de una pluma.

 Ambos sabemos que lo que dice es cierto, pero no quiero que tire la toalla de ese modo. No puedo soportarlo.

 -Pero eres listo. Mucho más que los cabeza hueca de los profesionales. Sabes pensar, podrías tender miles de trampas y distinguir montones de alimentos.

 Llaman a Selene, la chica morena del 5.

 Él suspira y vuelve a agachar la cabeza. Entonces viene Samantha.

 -Déjale en paz, ¿quieres?

 La situación me mosquea.

 -¡No soy una traidora! ¡No tengo nada con mi mentor! ¡Los traidores sois vosotros por no confiar en mí!

 Ella me empuja.

 -¡Que hay pruebas, joder! - eso me deja aturdida.

 -¿Pruebas?

 -¿No viste la televisión anoche? - niego con la cabeza. Ella resopla. -Mira, da igual. Lo importante aquí es que tú vas de lista, has elaborado un plan para todos los bobos del capitolio aficionado a las historias de amor. Ahora todos esos idiotas quieren que ganes para así volver con tu amado. Un final feliz, ¿no?¡Por favor! - exclama con un bufido. Estoy a punto de contestar, pero alguien me detiene. Dakota Jhonson.

 -Esta bien, chicas, calmaos un poco.- dice ella de intermediaria. - No queráis llegar a las manos antes de la arena, ¿vale?

 Sam me fulmina con la mirada y regresa a su sitio. Dakota posa una mano en mi hombro.

 -¿Estás bien? - niego con la cabeza. - Yo te creo.

 -¿Por... qué? - pregunto. Es extraño que una persona que apenas conozco confíe en mí.

 - Soy lista. - hace una pausa y se encoge de hombros. - Si de verdad estuvieseis juntos, no lo gritaríais a los cuatro vientos. Es más, si de verdad os gustaseis no estaríais juntos, para hacer menos dolorosa la separación.

 Sí, sí que es lista. Y eso me hace dedicarla una pequeña sonrisa.

 -Gracias. - pasa el chico del 6. La del 5 ha sido rápida.

 -No hay de qué. Y ahora, ¿quisieras ser mi aliada?

 No tardo en contestar positivamente. Al fin y al cabo, estoy sola.  Ella sonríe.

 -Genial. Pues bueno, aliada. Cuéntame qué pasó en el balcón.

 Mi historia es breve mientras el distrito 6 y Joulley realizan sus sesiones. Le cuento lo que pasó. Como Dan intentó besarme y cómo yo le aparté de un empujón. Incluso que le curé y le dije que yo a él sí le gustaba. Ella no me interrumpe ni una vez y cuando termino, es como si acabase de leerle un buen libro.

 -Bonita historia. - su voz se entremezcla con mi nombre. Me llaman. Estoy tan nerviosa, que siento ganas de vomitar. -Ella me ''levanta'' prácticamente. - Suerte.

 No soy capaz de darle las gracias. La puerta está fria, la abro lentamente mientras me pellizco el labio inferior con los dientes, intentando calmarme. El gimnasio huele a limpio, nunca podemos saber lo que los demás han hecho en sus sesiones, siempre se esfuerzan en limpiarlo todo. Está un poco descolocado, pero el resto sigue igual. Mi mirada actúa por instinto, y se mantiene fija en el palco de los vigilantes. Uno de ellos me mira y da un codazo al que tiene al lado mientras le susurra, lo suficientemente alto como para que pueda oírlo.

 -Es la del beso. - se carcajea y la risa se contagia por todo el balcón. Entrecierro mis párpados repugnada.

 -Sí, la misma. - contesto en tono firme. - Y ahora, ¿pueden hacer el favor de dejar de reírse? Con tanto ruido molesto no me concentro.

 Oigo un par de gruñidos, voy perdiendo puntos poco a poco.

 -Gracias. - hago una reverencia y me acerco a las hachas. Necesito un plan rápido y lo necesito ahora. Algo que me haga no quedar por debajo del 4, algo que me de suficiente gancho como para conseguir una puntuación aceptable.

 El primer lanzamiento corta la cabeza a uno. El segundo, se clava fuertemente en el pecho de otro. El tercero falla, sólo roza el hombro del maniquí. No tiro la toalla. El cuarto corta un brazo. El quinto da en la cabeza. Cojo una sexta hacha, sin embargo, no la lanzo, y es que en mi mente brilla una idea. Un fuerte pensamiento que recalca entre los demás.

 Gaby.

 Bajo el hacha. Ahora me importa muy poco  llevarme una mala puntuación. Muy poco. Empiezo a cortar el primer árbol que veo del simulador del bosque. Es fácil, puesto que no es madera pura. Consigo hacer unos cuantos tablones más o menos rectos, que tallo con un cuchillo de su respectivo puesto. Escribo con fuerza sobre ellos. Tallando una frase simple. Pero no dejo que la vean, aún no. Con una punta de lanza hago unos agujeros en cada tabla. Nunca fui una manitas, pero soy lo suficientemente habilidosa como para pasar una cuerda por los agujeros y colgar las tablillas bien altas, para que todos puedan leerlas. Lo que sus ojos ven es lo siguiente:

 ''Nadie olvida lo que hacéis cada año. Yo aún no he olvidado a Gaby Weir.''

 Jadeos, murmullos, ruidos hoscos, toses descontroladas, gritos de disgusto. Un agente de seguridad me coge del brazo para sacarme de allí, pero le detengo con una mano.

 -No es necesario. Tengo piernas. - hago una pausa para clavar mi mirada en los vigilantes. - Gracias. Que tengan un buen día. - sonrío amablemente y salgo a paso firme.

 No tardo en volver a meterme en mi refugio de lágrimas.

martes, 1 de enero de 2013

Capítulo 13.

[PARTE DE ESTE CAPÍTULO ESTÁ RELACIONADO CON LA CANCIÓN #1. NO DUDÉIS EN DARLE AL PLAY. ES UN POQUITO CORTO, PERO EL PRÓXIMO SERÁ MEJOR, PROMETIDO.]

 A medida que pasa el tiempo, mis párpados me pesan más y más, sin embargo, parecen decididos a no cerrarse, a no dejarme caer en las pesadillas de cada noche. Todas sobre Gaby, avanzando poco a poco en sus juegos hasta el final, hasta ese sanguinario y cruel final.

 Entonces percibo algo. ¿Imaginaciones mías o la asesina de mi hermano anda por aquí, dispuesta a matarme con un cuchillo en sus manos? No sé por qué, pero mi instinto actúa por voluntad propia.

 Cierro los ojos y me pongo de lado. Los pasos se detienen frente a mi puerta.

 Respiro hondo. El picaporte se gira.

 Y finjo que duermo, que respiro suavemente y estoy relajada, claro que la tensión aumenta por momentos. La puerta se abre un poco. Pero a la habitación no entra una chica de dorada melena con un cuchillo en su mano.

 El que entra es Dan. Se ha pasado media hora plantado en la puerta, observándome con detenimiento para luego pasar a mi cuarto.

 <<Tranquilízate, Sky.>> ¿¡Sky!? ¡Me llamo Skiley! Siento unas terribles ganas de levantarme y tirarme por la ventana, total, mis posibilidades en los juegos descienden en picado. Me esperaba que se fuese como ha venido, pero en lugar de eso se sienta sobre mi cama, en un pequeño trozito vacío. Me mira, lo veo entre las cortinas que forman mis pestañas, procurando que apenas se note que estoy despierta. Suspira.

 -Skiley- susurra, quizá para asegurarse de que estoy dormida. - Sky.

 Se muerde con fuerza el labio inferior y dirige mi mano lentamente, como si temiese que fuese a explotar. No puedo apartarme. Me acaricia la mejilla y me aparta un mechón de pelo de la cara.

 -Y pensar que no me creíste cuando te dije que me gustas. - sonríe leve, sigue pensando que duermo plácidamente. - No solo me gustas, Sky. Me encantas. - sigue susurrando, hablando ''solo'' o creyendo que lo hace. - No me creas si no quieres, pero dejo mis cartas sobre la mesa, meto las manos en el fuego, solo para decirte que te quiero. Y aunque ahora no puedas oírme, a mí me basta con sentir que estas palabras han rozado tu piel. - entonces se acerca, demasiado, yo no me aparto, pero me muevo ligeramente. Él ignora esto último y me besa la frente. - Te protegeré en esos malditos juegos, te protegeré aunque me cueste la vida.

 Y entonces camina tranquilo hacia la puerta y cierra tras él. Las palabras me retumban en el cerebro, es imposible ignorarlas. Ha dicho que me quiere. El cabrón encantador me quiere. No sé cómo tomármelo. ¿Debería creerle? Bueno, ¿por qué si no iba a decirme todo esto mientras pensaba que estaba dormida? Lo que no me paree justo es que me haya dicho todo esto cuando estoy a las puertas de una posible muerte. Si lo hubiese hecho allí, en casa, las cosas habrían sido distintas. Puede que mi nombre hubiese salido igualmente en la cosecha, pero yo ¿podría haber contestado que sentía los mismo? Agito la cabeza, no puedo dejarme enamorar, no puedo ahora. Ahora no.


 Cuando amanece, mis ojos se abren con lentitud. ¿Cuánto he dormido? ¿Dos horas? ¿Cinco minutos? Lo único que sé es que me costó demasiado pegar ojo después de lo de anoche. Suspiro. Últimas horas para entrenar, después de comer empezarán a llamarnos uno por uno para demostrar lo que podemos hacer delante de los vigilantes.

 Me visto rápido, quiero darme prisa y evitar todo lo que pueda a mi mentor. Creo que no podría ni mirarle a la cara. Me miro al espejo antes de salir, percibiendo así que un rubor extraño decora mis mejillas. Suspiro desganada y abro la puerta. El único que está allí es Joulley. Pero cuando me ve venir, se bebe su chocolate a toda prisa, dejándose un bigote de este y camina a paso firme al ascensor. No se lo impido. Creo que si estuviera en su lugar, me sentiría igual.

 Como ligero, en estos momentos, ganar peso para ser fuerte me importa poco. Dos tostadas con mermelada de melocotón, una fruta que no había probado en mi vida, que es dulce y suave a mi paladar. Apunto estoy de servirme un vaso de leche caliente, pero oigo algo, una puerta que se abre. No es la de Rossie, y si no es la de ella, sé de quién es. Me levanto y corro rápido hacia el ascensor. Llamo al timbre y pido que aparezca pronto.

 -Hey, Sky. - saluda Dan apareciendo, pero las puertas se abren y entro dentro. La cara de Dan es un libro abierto, que borra la sonrisa y se encoge de hombros. Camina a sentarse en la mesa, pero el ascensor, ya está descendiendo. Suspiro mientras contemplo como las puertas de cristal bajan y bajan. Se detienen para recoger a la chica del 5 de nuevo y siguen su descenso. Hacen una nueva parada, en la planta 4 por la que entra la tributo femenina. Me mira raro y se ríe.

 -¿Qué? ¿Os lo pasastéis bien anoche tu mentor y tú? - entrecierro los párpados, con desprecio. Suelta una nueva carcajada y se aparta su pelo rojizo hacia un lado. Las puertas se abren y el gimnasio se cierne ante nosotras. Salimos, Alice, la despreciable pelirroja, va dando saltitos para reunirse con los profesionales. La del cinco y yo salimos a paso inseguro. Hoy no capto tanta atención como ayer, pero el odio es palpable en el ambiente.

 Al rato, descubro que la lucha cuerpo a cuerpo se me da bien en parte. No tengo mucha fuerza física, lo sé por lo poco que daño a mi adversario con golpes y patadas, pero sí soy ágil y, cuando un enemigo quiere atraparme entre sus brazos para inmovilizarme, me escaqueo con facilidad, lo que me hace ''difícil de atrapar'' El problema está en que todos los tributos, parecen tan ágiles como yo. Por lo que no me da ninguna ventaja.

 Paso toda la mañana ahí, aprendiendo algunas técnicas que, me ayudan precisamente a esquivar ataques, pero no a atacar en sí.

 A la hora de la comida, me vuelvo a sentar sola, como despacio y tranquila, tranquila hasta que llega un trozo de estofado a mi cara, miro enfurecida a todos lados, estoy segura de que ha sido Alice. Sus carcajadas llenan el aire. Se me ha quitado el apetito. Dejo mi plato como está y me levanto cuando un nuevo trozo se dirige a mí. Y otro. La comida vuela en mi dirección. No lloro. No me lo permito. Salgo con la cabeza alta del lugar bajo la lluvia de carne.

Cositas ^^

 Bueno, bueno, en lo que termino de escribir el capítulo 13, he de decir varias cosas. Lo primero, el fic está nominado a los premios del blog http://yquelasuerteestesiempredevuestraparte.blogspot.com/ (que es un fic super akajdklgdsgjh y si no lo leéis, no sabéis lo que os perdéis *-*) y me gustaría que lo votaseis en las encuestas de la derecha, para ayudarme, pues estoy muy ilusionada con ello, pero por desgracia, creo que no lo he promocionado lo suficiente, por eso voy a empezar desde ahora a hacerlo.

 Otra cosa es la BSO, que he empezado a realizar, completa completa, no es que lo esté, pero sí que me gusta lo que llevo, la podéis encontrar en la barrita de música de arriba.

 Qué más... qué más... ¡ah, sí! Quiero realizar un concurso, no sería de cabeceras, pues estoy diseñando una nueva. (la que véis ahora está hecha por mi pirómana favorita, propietaria del fic que organiza los premios *-*) por lo que se me ocurre convertiros a vosotros en escritores de esta historia durante un día. La cosa sería así: cuando llegue el momento en el que quiera realizar el concurso (falta bastante para ello, lo siento) será mandarme un breve relato, o extenso, como queráis, de la muerte de alguno de los tributos, metiéndoos en su propia piel. No puede ser de cualquiera, yo os dejaré una lista con los personajes que serán. Si participa mucha gente con todos los personajes, elegiré un relato de cada uno de ellos, pero si no, sólo un ganador con algún personaje. Ya os avisaré cuando llegue el momento.

 Nada más, chicos, que feliz año nuevo y besos *-*