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martes, 29 de enero de 2013

Capítulo 18.

Mi mundo se ha detenido. Ya nada tiene ningún sentido. ¿Por qué me pasa a mí esto? Bueno, esto entre otras cosas. ¿Por qué la vida me juega tan malas pasadas? Antes de que las lágrimas empiecen a rodas por mis mejillas. Camino deprisa a mi cuarto. Sé que me sigue alguien, seguramente Dan, pero me equivoco. Joulley se queja cuando al entrar, casi le pillo un pie. Entra en mi cuarto, pero no me inmuto, me meto en mi cama y me aferro a mis sábanas con los puños.

 -Vete, Joulley, no quiero que me veas llorar.

 -Es que no quiero que llores...

 Sacudo la cabeza. Joulley, el niño que me odiaba, no quiere verme mal. De algún modo, me enfado.

 -¿No me odiabas?

 -No, Skiley, no te odio. Simplemente, sé que tú ganarás estos juegos, más que yo, no sólo porque hay una diferencia obvia de ventaja, sino porque Dan te quiere a ti.

 ¿Y los demás? ¿Qué pasa con Paul y con Samantha?

 -Te odian. - mi rostro se contrae en una mueca. - Todos te odian. Creen que lo vuestro es un cuento para conseguir patrocinadores.

 Asiento. Claro que sí. Es lo que me esperaba.

 -Yo... - comienza a decir con timidez. - Creo que romperé la alianza con ellos dos. Aunque eso no supondría que tú aceptaras aliarte conmigo, ¿no? - noto una chispa de esperanza en su voz. Yo sacudo la cabeza de forma afirmativa.
 
-Me aliaré contigo.

-Gracias. - no me abraza. Me temo que no podemos abrazarnos a estas alturas.

 Dan entra en la habitación sin ni siquiera llamar a la puerta. Está triste. Lo noto en su mirada. Triste. Dolorido. Atormentado.

-Joulley...

-Claro. - interrumpe él, adivinando los pensamientos del mentor y sale por la puerta, cerrando tras de sí. Él solloza un poco, se acerca a mí y me funde entre sus brazos. -Lo siento, Sky... de verdad que...

 -No importa, Dan. -pero sí importa, aún siento rabia. La rabia de antes. La rabia que se pregunta qué vena le ha dado para desvelar a Panem lo nuestro. -¿Por qué lo has hecho?

 -Pensé en los patrocinadores, ¿vale? Pensé en que eras fuerte y podías valertelas aunque fuesen a por ti.

 -¡Me sobreestimaste, Dan! ¡Que son veinticuatro personas! ¡Todas a por mí!

 -En realidad a la mayoría les da igual, sólo les importa a los profesionales.

 -Y convertirme en el principal objetivo de esas maquinas de matar era una buena idea, ¿no? - repongo con un sonoro bufido.

-Me voy a arrepentir toda mi vida, no te quepa duda.

 Le miro incrédula. Sin poder aguantar más, escondo mi rostro entre las manos para poder llorar. Él me intenta pasar un brazo por mis doloridos hombros.

 -No me toques. Vete. - ¿Realmente he dicho yo eso? ¿Realmente quiero pasar mi última noche antes de encararme con la muerte sin él?

 -¿Qué?

 -Que te vayas.

 -Pero...

 -¡Vete, Dan! ¡Lárgate! ¡Y ya no entres más! Ni a verme dormir, ni a nada.

 Él se muerde el labio con fuerza, puedo ver que se provoca una herida sangrante en este. Se levanta con la mirada perdida y camina hacia la puerta. Se detiene ahí, mirándome una vez más. Levanto la vista, sin poder esquivar sus ojos verdes y suelto un sollozo ahogado. Cojo un cojín y se lo tiro con rabia.

 -¡Vete!

 Él recoge el cojín del suelo y vuelve a mirarme.

 -No me voy a ningún lado.

 Y se acerca, ignorando mis puños que golpean débilmente su cuerpo, mientras chillo una y otra vez que se largue. Finalmente le abrazo y lloro sobre su camiseta. Él suspira antes de hablar.

 -Voy a quedarme aquí, toda la noche. Voy a entrar cuando quiera y voy a verte dormir desde la puerta. No podrás impedírmelo.

 Yo asiento, rindiéndome. Él se tumba a mi lado y me arropa con las mantas cariñosamente. Antes de que pueda cerrar los ojos, me da un beso en la frente.

 -Duerme, Sky.

 Y me duermo.



 ''Lauren. Gaby. Ellos dos y nadie más. El cadáver de Melanie es recogido por un aerodeslizador mientras la chica del uno y mi hermano se miran, intentando ver los puntos débiles del otro. Está claro que la chica de cabellos dorados tiene ventaja sobre él. Pero sé que puede conseguirlo, claro que ambos tienen la misma oportunidad. Sólo un mísero lanzamiento de armas. Gaby tiene un machete. Una oportunidad. Lauren tiene una lanza. Otra. Si los dos fallan, tendrán que enfrentarse cuerpo a cuerpo. 

 Y los dos fallan. 

 La chica corre hacia Gaby, él bloquea el puñetazo que iba a su cara. Sé lo que piensa, claro que lo sé. No permitirá que le vuelvan a poner una mano encima. Me pregunto si se imaginará mentalmente que Lauren es nuestro difunto padre. Mi hermano levanta una pierna. Pero su patada falla. 

 Pasa un rato de movimientos equivocados. Ambos están cansados. Pero ninguno se da por vencido. Y entonces entran en juego las mutaciones. También llamadas mutos. 

 Los mutos son veloces, unos extraños mapaches gigantes con afilados dientes que hunden sobre las pieles de los dos últimos tributos con vida. 

 Siempre pensé que la compasión que sentía mi hermano hacia los demás era una cualidad. Cuando ocurrió lo que ocurrió, lo vi como un defecto. 

 Uno de los mapaches iba a dar el golpe de gracia a Lauren, pero Gaby lo evitó. Empujo al muto al otro lado del campo con furia, salvando la vida de la profesional. Pero entonces la manada se avalanzó sobre él. Lauren se quedó mirando. Sin devolvérle el favor. Sonriente. Gaby susurró algo mientras las garras y los mordiscos se hacían con lo que le quedaba de vida. Era la frase. Mi frase. Skiley, no te dejes romper. Y dos minutos después, de intensa agonía. Un cañonazo la nombró vencedora de los décimo octavos juegos del hambre. 

 Me encogí en mi asiento frente al televisor, me abracé a Danae, y lloré como nunca lo había hecho. ''

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